Nuestra piel es el órgano más extenso del cuerpo y también el más pesado: puede llegar a cubrir dos metros cuadrados de superficie y pesar más de 2,5 kg. Siempre está expuesta al exterior y cumple las funciones de protección, bienestar y equilibrio del organismo.

No es un secreto que la piel puede reflejar la salud física y mental. Puede avisar de enfermedades internas cambiando su color, textura o con la aparición de granos o manchas, y está en constante comunicación con el cerebro. Sus células son, además, la primera línea defensiva contra las agresiones ambientales, radiaciones, golpes, etc.

Pero la piel es también un importante órgano de eliminación. De ahí que se la denomine "el tercer riñón".  Y para que tanto esta función como las anteriores sean óptimas es muy importante cuidarla tanto por fuera como por dentro, con una buena alimentación y un aporte correcto de nutrientes.

Las funciones de la piel que potencias al cuidarla

Cuidar la piel tanto por fuera como por dentro es fundamental para que desempeñe correctamente sus funcionesEntre ellas destacan:

  • Aísla y protege a los órganos internos.
  • Regula la temperatura corporal.
  • Evita la pérdida de agua y de calor del interior del cuerpo.
  • Protege contra las radiaciones ultravioletas y los rayos infrarrojos.
  • Es el hábitat de bacterias "buenas" que permiten un sistema de defensa externo; se trata de la flora natural de la piel que puede verse afectada por el consumo de antibióticos, el estrés, etc.
  • Combate las bacterias patógenas por la acidez fisiológica (manto ácido).
  • Protege de la infección por hongos gracias a la secreción de las glándulas sebáceas que, mezclada con la transpiración, produce una barrera natural antiinfecciosa.
  • Ayuda a eliminar residuos y toxinas, junto con el pulmón y el riñón.
  • Produce vitamina D cuando la piel recibe baños de sol.
  • Ejerce una función social: olor corporal y aspecto externo como reclamo de belleza.
  • Conduce la energía corporal a través de los meridianos, según la medicina china.

Las células que componen la piel forman parte de las 100.000 que constituyen nuestro cuerpo. Al cabo de años de servicio intensivo, y en condiciones a veces duras y sin cuidados suficientes, la piel se fatiga, perdiendo elasticidad, secándose, llenándose de manchas y pigmentándose, disminuyendo su capacidad de cicatrización, arrugándose...

Ten en cuenta que, si las membranas celulares de la piel están secas y rígidas, es posible que la mayoría de las células corporales sufran un problema similar.

6 claves para cuidar la piel por dentro y por fuera

La piel cambia con la edad y también en función del sexo y de la raza.

Pero más allá de estas diferencias fisiológicas, las pieles se distinguen por otros muchos factores: la alimentación, los hábitos de vida y el cuidado diario dispensado.

Estos son los principales aspectos que debes tener en cuenta si quieres mejorar el aspecto de tu piel y mejorar su función. Algunos de los cuidados verás que tienen como objetivo mejorar la depuración del organismo, pues una buena depuración es clave para que la piel esté sana, y a su vez una piel sana te ayudará mejor a depurar. Otros cuidados van más dirigidos a nutrirla. 

1. Cuida el equilibrio ácido-básico

Un organismo sano es aquel que desarrolla una buena actividad depurativa, capaz de drenar todas las sobrecargas metabólicas, y, en particular, los desechos ácidos. En esta depuración intervienen principalmente el hígado, los riñones y los pulmones

También la piel es capaz de eliminar correctamente todas las sobrecargas metabólicas. Su capacidad de desintoxicación es remarcable, siempre que no se sobrecargue con frecuencia la actividad eliminadora.

El organismo es un productor de ácidos (ácido úrico, ácido sulfúrico y ácido fosforico), que provienen en su mayoría de la descomposición de proteínas animales.

Cuando la dieta es muy rica en estas proteínas o hay una alimentación deficitaria en vitaminas y oligoelementos, puede obstaculizar la eliminación de estos ácidos por parte de los riñones. Cuando esto sucede, los ácidos se acumulan en las fibras de colágeno

Es habitual que la alimentación actual se centre en las proteínas cárnicas y relegue a un segundo plano las verduras, hortalizas, cereales integrales o legumbres. Además nuestro modo de vida, casi siempre sedentario, contribuye también a alterar el equilibrio ácido-alcalino, lo que acidifica los tejidos, que se deterioran.

Si los órganos depurativos gozan de buena salud, eliminar una sobrecarga metabólica ácida será tan sencillo como modificar el tipo de alimentación. ¿Cómo? Incluyendo en la dieta:

  • Más alimentos frescos, ricos en vitaminas y minerales esenciales
  • Más alimentos proteicos de origen vegetal, más fácilmente metabolizados por el organismo que los de origen animal (carnes y derivados cárnicos).

Además, una función intestinal equilibrada se caracteriza por la regularidad y por una moderación en la producción de gases en el intestino. Los excesos dietéticos y comer deprisa no son nada aconsejables en ese sentido.

2. Cena ligero y respeta el ayuno nocturno

Los procesos digestivos y depurativos que se llevan a cabo durante el día son distintos de los que se realizan por la noche.

Esto se debe en parte a que en el organismo existe un ritmo ácido-alcalino que corresponde a los periodos de alimentación (día) y los periodos de ayuno fisiológico (noche), a lo largo de 24 horas, siendo distintas las funciones digestivas según la alimentación que se siga y según se esté en un periodo de vigilia o de sueño.

Durante el día se da una fase de asimilación. La alimentación aporta al organismo proteínas, grasas, minerales... El hígado es el encargado de recibir todos estos nutrientes, que filtra, almacena, desintoxica y distribuye a través de la circulación general.

Esta fase del metabolismo produce muchos ácidos que son eliminados con rapidez por la respiración (ácidos volátiles) o lentamente, a través de la orina, por la acción depurativa de los riñones.

Parte de los ácidos se absorben por el tejido conjuntivo y se fijan a las fibras de colágeno, es decir que, a lo largo de la jornada, existe una tendencia progresiva hacia la acidosis del tejido conjuntivo.

La noche corresponde a la fase de eliminación, pues el ayuno fisiológico facilita la labor de los órganos depurativos que pueden realizar su tarea más fácilmente y en profundidad.

El hígado y los riñones eliminan los depósitos ácidos acumulados durante el día y el tejido conjuntivo tiende a alcalinizarse.

Para facilitar esta tarea nocturna la cena ha de ser ligera, de manera que la digestión sea rápida y el hígado pueda dedicar toda su energía a la limpieza del organismo.

Si esta actividad se lleva a cabo sin inconvenientes, el sueño es tranquilo y reparador, facilitando la regeneración celular de la piel.

Si por el contrario la cena es copiosa y tardía, el hígado deberá dedicar gran parte de su actividad a una digestión difícil, lo que dificultará el sueño y el proceso de limpieza nocturno será incompleto e insuficiente.

Cuando esta limpieza inadecuada se prolonga en el tiempo, la piel se resiente. La razón es que el tejido conjuntivo va almacenando los desechos metabólicos ácidos que los sistemas fisiológicos de eliminación no han podido depurar, debido a una sobrecarga en su capacidad de eliminación.

Estos desechos se van acumulando año tras año y acaban por deteriorar los tejidos, que se endurecen y se degeneran hasta el punto de provocar un envejecimiento cutáneo prematuro.

Durante el día, pues, se toman los alimentos que permiten el mantenimiento del organismo, pero esta actividad diurna es la responsable de la tendencia a la acidosis del tejido conjuntivo. Durante la noche el organismo se recupera, pues consigue alcalinizar el tejido conjuntivo, manteniendo así el correcto equilibrio ácido-alcalino del organismo.

3. Asegúrate de que no le falte agua

El agua es esencial para todos los procesos del organismo, pues lo hidrata y contribuye a facilitar los procesos de eliminación.

No es sorprendente, pues, que su falta pueda producir alteraciones tanto físicas como mentales, en algunos casos muy graves.

La sequedad de garganta, la debilidad muscular, la pérdida de elasticidad de la piel y la escasez de orina son las consecuencias inmediatas de la deshidratación física, mientras que la desorientación y la aparición de alucinaciones son algunas de las posibles consecuencias mentales.

4. Pon orden en tu dieta

Comer es uno de los grandes placeres de la vida, por eso conviene saborear cada bocado. Es importante realizar tres comidas completas, a ser posible a una hora fija y en un entorno tranquilo. Esto junto a las siguientes mejoras se reflejará en el aspecto de tu piel:

  • Masticar los alimentos un mínimo de veinte veces antes de tragarlos para favorecer la digestión, pues esta empieza en la boca.
  • Variar la dieta diaria para que sea atractiva y equilibrada.
  • La fruta, tanto al natural como el zumo recién exprimido, garantiza un buen aporte de vitaminas fundamentales para el buen estado de la piel.
  • Es importante iniciar las principales comidas con alimentos crudos: ensaladas, germinados... porque favorecen la producción de enzimas digestivas y, por tanto, facilitan la posterior digestión.
  • Tomar cada día diez frutas y verduras frescas de color y de texturas diferentes.
  • Las cocciones suaves y breves, como el vapor, asado o a la plancha, preservan mejor el contenido nutricional de los alimentos.
  • La comida ha de aportar una cantidad suficiente pero no excesiva de proteínas, que conviene obtener de alimentos como huevos, frutos secos, tofu, cereales integrales...
  • Reducir el consumo de abundante líquido durante la comida, pues diluye las enzimas digestivas. Un vaso de agua será suficiente para saciar la sed. No obstante, es esencial hidratar bien el organismo; incluir frutas y verduras en las comidas es básico y también beber agua en otros momentos del día.
  • No conviene terminar las comidas con alimentos azucarados, ya que favorecen las fermentaciones intestinales.
  • Por mucho que cuides la alimentación, no debes descuidar dos aspectos que van muy unidos: el ejercicio y el sueño.  El ejercicio optimiza el rendimiento del organismo y, por tanto, la absorción de los nutrientes. Dormir favorece la regeneración de la piel, pues durante la noche el organismo relajado puede centrarse en la actividad eliminadora y regeneradora.

5. Aporta a la piel vitaminas antioxidantes

Las vitaminas A, C y E son excelentes antioxidantes que nutren la piel en profundidad. No deben faltar en tu alimentación.

  • Vitamina A. Protege la membrana celular y combinada con vitamina C previene el envejecimiento prematuro de la piel.
  • Vitamina C. Se considera uno de los principales antioxidantes y es esencial para la formación de colágeno.
  • Vitamina E. Previene la degeneración celular de la piel.

6. Evita estos factores que aceleran el envejecimiento de la piel

Ciertos factores y hábitos de vida aceleran el proceso de envejecimiento de la piel:

  • El alcohol deshidrata la piel y dilata los vasos sanguíneos. Interfiere también en el metabolismo de las vitaminas y de los ácidos grasos omega-3 y omega-6.
  • El abuso del café reduce las reservas de vitaminas del grupo B, magnesio y zinc.
  • El estrés merma las vitaminas B y C y dificulta la absorción de calcio y magnesio.
  • El tabaco dificulta el metabolismo de la vitamina A, constriñe los vasos sanguíneos, e impide la regeneración de las fibras elásticas.
  • Los rayos UV pueden generar radicales libres que reducen la elasticidad de la piel.