En algunas situaciones una dosis baja o relativamente baja de ciertos principios activos puede ayudarnos. En cambio, una exposición a dosis altas puede resultar muy nociva. Es lo se denomina hormesis y es una cualidad de muchos medicamentos, recogidos no solo en la materia medica homeopática sino también en el vademécum general de la alopatía médica.

La clave está en la dosis y en la sensibilidad a la respuesta.

¿Qué es la hormesis?

La palabra hormesis nace en el campo de la toxicología. Se trata de un fenómeno de respuesta a la dosis, caracterizado por una estimulación en dosis bajas y una inhibición para dosis altas.

En otras palabras, la administración de dosis relativamente bajas de un medicamento o principio activo puede beneficiarnos y fortalecernos. Sin embargo, en el extremo opuesto, una exposición indebida a dosis muy elevadas del mismo medicamento, puede ocasionar exactamente el efecto contrario y ser perjudicial para nuestra salud.

Por ejemplo, en helioterapia, exponerse al sol se considera esencial para la salud. Una exposición al sol medida y coherente puede aportar grandes beneficios. Pero exponerse a las 13 h un día caluroso de verano, sin adaptación previa, protección ni ropa que nos cubra, puede provocar quemaduras y graves perjuicios.

En el caso de vitaminas y oligoelementos, las dosis pequeñas no solo son positivas, sino esenciales para la salud, mientras que las grandes dosis pueden resultar peligrosas.

Hormesis, un principio controvertido

El principio de hormesis es controvertido por varios motivos. Para empezar, la hormesis no siempre puede aplicarse a cualquier sustancia.

Cuando se aplica el concepto de hormesis a algunos tóxicos contaminantes, como la radiación, el tabaco, el alcohol o los alimentos en malas condiciones, parece tomar más fuerza la explicación del modelo lineal sin umbral, que asume que la probabilidad de aparición de daños comienza a partir de dosis cero y aumenta de forma lineal cuanto más grandes son la dosis o más sensible es la persona.

Por otro lado, algunos factores psicológicos o ambientales hacen que produzcamos sustancias endógenas que pueden ser respuestas positivas, lo que conocemos como eustrés.

En nuestro cuerpo, una enzima, la hemooxigenasa, produce monóxido de carbono endógeno que nos ayudará en la neurotransmisión. Sin embargo, el monóxido de carbono inhalado producirá graves intoxicaciones.

Con el oxígeno mantenemos también cierto equilibrio. Su falta quita la vida, mientras que el exceso produce patología y estrés oxidativo. El equilibrio se produce entre el oxígeno y los antioxidantes que producimos para combatir ese estrés oxidativo.

Algunas bacterias de nuestro intestino son capaces de producir etanol, pero solo en casos excepcionales o por alteración de otras bacterias que las controlan. En ese caso se produce un síndrome de autodestilación y aumenta la cantidad de alcohol, dando lugar una “borrachera” patológica. Este hecho se ha querido relacionar con que pequeñas cantidades de alcohol podrían resultar beneficiosas, pero hay señalar que, cuando se producen estas alteraciones de microbioma o cuando se toma alcohol, ambas situaciones son perjudiciales para la salud.

Finalmente, el hecho de que el concepto de hormesis sugiera que las sustancias peligrosas tienen beneficios conlleva la preocupación de que industriales y corporaciones legislativas sin escrúpulos intenten colar en las regulaciones ambientales sustancias tóxicas altamente perjudiciales para la población en todos los ámbitos.

Eustrés: cómo mejorar la respuesta adaptativa

Hemos visto como algunos factores ambientales o psicológicos producen también respuestas positivas a pequeñas dosis, lo que se conoce como eustrés (estrés positivo) o mejora de la respuesta adaptativa al estrés.

En el estudio del envejecimiento es donde más se han explorado estos factores, pero podemos encontrar otros ejemplos de cómo la clave de una mejor salud puede estar en la “dosis” en diversos ámbitos:

  • Calefacción y aire acondicionado, por ejemplo, hacen que vivamos en un confort térmico permanente, lo que atrofia nuestros mecanismos de termorregulación y adaptación al medio. El eustrés no se lograría creando incomodidad, sino enfrentándose a pequeños desafíos diarios de frío o calor para aumentar nuestra tolerancia y salir fortalecidos.
  • El ejercicio es otro ejemplo. Al practicarlo aumentan la oxigenación y producción de radicales libres. Para compensar, producimos antioxidantes. Si nos pasamos de intensidad y duración, no damos tiempo a generar suficientes antioxidantes y el exceso de oxígeno nos perjudica.
  • Junto al entrenamiento térmico o el ejercicio físico, tenemos el ayuno intermitente, en el que el pequeño estrés generado al organismo periódicamente resulta beneficioso.
  • En psicología, pequeños estímulos, desafíos y acciones estresantes pueden ayudar a adaptarse y mantener un equilibrio saludable.