La grasa corporal se asocia a menudo y automáticamente con un riesgo para la salud, pero, según el médico nutricionista e investigador Stefan Kabisch, de la Cínica Charité en la Universidad de Berlín, el impopular macronutriente es mejor que su reputación.

“Se ha demonizado la grasa más de lo que está justificado”, explica Kabisch. Según él, un ligero sobrepeso, si los indicadores metabólicos e inflamatorios están en el rango saludable, tiene aspectos positivos.

Tener un ligero sobrepeso puede tener ventajas

Según Kabisch, los depósitos de grasa en el cuerpo no tienen únicamente un lado negativo. "Es un  tipo de protección es realmente importante para determinados grupos de personas", afirma el experto en nutrición.

Especialmente en las personas mayores, un ligero sobrepeso puede proteger, por ejemplo, el hueso de la cadera, que es propenso a romperse en caso de caída. La protección se debe no solo al efecto amortiguador del golpe, sino a que el tejido graso produce una pequeña cantidad de estrógenos que evitan la desmineralización de los huesos.

Las reservas de grasa también pueden ser útiles en caso de enfermedades graves como infartos o cáncer. Los estudios han demostrado “que las personas mayores que son delgadas, es decir, que parecen sanas, pero tienen muy pocas reservas de grasa, tienen una tasa de mortalidad más alta para este tipo de enfermedades”.

Según Kabisch, el tejido adiposo también tiene ventajas. Sin embargo, esto sólo se aplica a quienes tienen un ligero sobrepeso y, especialmente, a las personas mayores, que corren un mayor riesgo de sufrir una mala caída o enfermarse gravemente. “Pero si el peso llega a determinados extremos, no hay ningún beneficio”, admite el experto.

Aunque un ligero sobrepeso puede ser una ventaja en situaciones específicas, no se deben ignorar todas las consecuencias negativas, como una mayor susceptibilidad a enfermedades cardiovasculares o un mayor riesgo de cáncer de colon.

¿Por qué se pierde peso?

A medida que muchas personas envejecen, la marea parece cambiar y pierden kilos sin querer. Existen varios factores desencadenantes de una pérdida de peso no deseada en mayores:

  • El apetito disminuye y se sienten llenos más rápidamente debido a su metabolismo más lento.
  • Los sentidos del olfato y del gusto pierden agudeza, lo que lleva a comer menos.  
  • La salud dental inadecuada y dentaduras postizas mal ajustadas hacen que comer no sea agradable.
  • La depresión o un período de duelo reducen el apetito
  • Una pérdida de peso poco clara también puede ser un signo de demencia porque las personas afectadas simplemente se olvidan de comer.
  • Ciertos medicamentos también pueden provocar pérdida de apetito y posterior pérdida de peso. Se vuelve crítico perder más del 5 por ciento del peso en tres meses. Entonces existe riesgo de desnutrición y es necesaria una consulta médica.

El bajo peso y sus consecuencias

Si se come muy poco, el cuerpo carece de energía y nutrientes importantes. En la vejez, por ejemplo, son especialmente importantes las proteínas y el calcio, así como la vitamina D.

Si el cuerpo carece de ellos, se degrada la masa muscular y ósea, lo que debilita y aumenta el riesgo de caídas y, con ello, de fracturas óseas relacionadas con la osteoporosis, esto puede crear un círculo vicioso, ya que los pacientes con las fracturas óseas rara vez se mueven y, por lo tanto, reducen aún más la masa muscular.

Si el cuerpo carece de energía y nutrientes, también el cerebro carece de ellos, lo que a su vez puede provocar demencia.

Por estos motivos, a partir de los 70 años no conviene perder peso, a menos que se tenga un gran sobrepeso y la reducción se consiga con mucho ejercicio y bajo control de un especialista.

La desnutrición no está necesariamente relacionada con el peso. Una persona con sobrepeso puede estar desnutrida y carecer de nutrientes importantes. Una dieta equilibrada y mucho ejercicio siguen siendo fundamentales. 

No todas las grasas de los alimentos son iguales

La grasa de los alimentos tampoco es mala en sí misma. Según Kabisch, los primeros estudios observacionales han demostrado que las personas con una dieta rica en grasas tienen un mayor riesgo de morir por enfermedades cardiovasculares, pero el problema no es tanto la grasa natural como la grasa saturada en concreto.  

Como se ha insistido tanto en la conveniencia de reducir el consumo de grasas, muchas personas han acabo consumiendo una cantidad insuficiente de grasas saludables. Además, la industria alimentaria ha respondido añadiendo más azúcar en lugar de grasa a sus productos, lo que ha contribuido al aumento mundial de la obesidad.

Pero, ¿cómo se diferencia entre grasas saludables y no saludables? Kabisch explica: “Las grasas animales y las grasas vegetales hidrogenadas se encuentran claramente entre las que no son saludables”.

Las grasas vegetales hidrogenadas se encuentran principalmente en los productos ultraprocesados. Provocan inflamación, resistencia a la insulina y un deterioro de los niveles de lípidos en sangre (aumenta el colesterol malo y los triglicéridos).

Las grasas saludables, por el contrario, se componen principalmente de ácidos grasos insaturados, sobre todo monoinsaturados (aceite de oliva, agucate, almendras, avellanas y otros frutos secos) e insaturados omega-3 (semillas trituradas de lino, pescados grasos y nueces).