La mastitis es una inflamación del tejido mamario que afecta a una de cada cuatro mujeres durante el periodo de lactancia. Si estás amamantando y sufres una mastitis, reconocer los síntomas y sanarla a tiempo puede evitar que destetes al bebé antes de lo previsto.

Síntomas de la mastitis

Acabas de tener a tu bebé y deseas darle el pecho el máximo tiempo posible. Sabes que la lactancia materna proporciona al niño una mejor función inmunitaria y que va a ayudarle a tener menos infecciones y alergias. Pero al cabo de unas semanas sientes súbitamente "pinchazos" en un pecho, un dolor localizado e intenso que a veces viene acompañado de fiebre o malestar general.

Estos son los principales síntomas de la mastitis. Puedes pensar que notar todo eso es normal, que es debido a la subida de la leche, a una excesiva producción o incluso que la causa es la propia succión del bebé, como si te estuviera mordiendo… pero si el dolor no cesa y la mama se enrojece seguramente estés sufriendo una mastitis.

Por qué hay que tratar la mastitis

Si no se trata adecuadamente, la mastitis puede hacer de la lactancia materna una experiencia incómoda y dolorosa.

Por otra parte, la inflamación del tejido mamario provoca un estancamiento de la leche que va a llevar a un cambio de sabor causado por el aumento de la concentración de sodio. El bebé rechazará mamar y, entre el dolor y la mayor dificultad de agarre al pecho, la lactancia se va a ver comprometida.

Un estudio publicado en 2016 por la Asociación Española de Pediatría puso de manifiesto que la mastitis es una de las principales causas de abandono evitable de la lactancia materna.

Además, si la mastitis se cronifica, es posible que se acabe formando un absceso que requiera cirugía para ser eliminado.

Causas y tratamiento de la mastitis

A la hora de ver las causas y el tratamiento conviene aprender a distinguir entre dos tipos de mastitis:

Mastitis aguda

La mastitis aguda es la inflamación de uno o varios lóbulos de la glándula mamaria, acompañada o no de infección. Se caracteriza por:

  • Generalmente es unilateral, es decir, afecta a un solo pecho, aunque puede haber afectación bilateral.
  • Suele ocurrir dentro de las ocho semanas posteriores al parto, especialmente entre la segunda y la tercera.

Las causas más habituales que llevan a padecer este tipo de infección suelen ser las siguientes:

  • Tomas poco frecuentes.
  • Agarre inadecuado del niño que da lugar a una extracción ineficaz de la leche.
  • Presión en el pecho por sujetadores o ropa demasiado ajustada.
  • Higiene inadecuada de los sets de extracción.
  • Disminución de las defensas maternas.
  • También se ha observado que la separación entre la madre y el recién nacido en las primeras 24 h de vida es un factor predisponente.

Hace años, las mastitis se trataban con antibióticos genéricos; pero, hoy día se suele hacer un cultivo con antibiograma, es decir, se mira previamente la resistencia de las bacterias a diferentes antibióticos para dar el antibiótico más adecuado en cada caso.

Sin embargo, en muchos casos, se puede solucionar la mastitis con la toma de probióticos. Algunos ensayos clínicos, como el publicado en la revista Breastfeeding Medicine en 2017, han evidenciado la eficacia de la cepa Lactobacillus fermentum para prevenir el desarrollo de las mastitis durante la lactancia.

Mastitis crónica o recurrente

Un 10% de las mujeres que padecen mastitis tienen recidivas. Generalmente esto obedece al tratamiento inadecuado de una mastitis aguda, aunque pueden coexistir otras causas:

  • Alteraciones anatómicas.
  • Técnica incorrecta de lactancia.
  • Bacterias resistentes.
  • Asociación de diversos patógenos.
  • Uso de pezoneras o sacaleches contaminados.
  • Abscesos.
  • Procesos más generales de la madre como inmunodeficiencias, anemia, fatiga, estrés y altibajos emocionales.

Cuidados y remedios naturales

Algunos hábitos y remedios naturales pueden ser de gran ayuda para superar la mastitis sin tener que recurrir a la toma de antibióticos. Después de aplicar cualquiera de los productos indicados a continuación, recuerda limpiar bien el pecho antes de amamantar a tu bebé.

  • Extrae la leche manualmente o con el sacaleches hasta que la leche empiece a fluir.
  • Intenta dar el pecho en diferentes posiciones y masajea los senos durante las tomas para lograr un vaciado máximo.
  • Toma probióticos específicos para la lactancia, especialmente la cepa Lactobacillus fermentum.
  • Aplícate hojas de col frías –déjalas durante media hora en la nevera– sobre el pecho afectado, dos veces al día.
  • Las compresas con vinagre de manzana son también efectivas por sus propiedades antibacterianas; calman la inflamación y reducen la infección. Vierte media taza de vinagre en media taza de agua tibia, empapa una toalla delgada y deja que actúe durante 10 minutos sobre el pecho inflamado.
  • Corta una hoja de aloe vera y aplícate el gel fresco que contiene en su interior. Deja que se seque y retíralo con agua tibia. Su poder analgésico y antibacteriano ayuda a disminuir el dolor y frena el crecimiento bacteriano.
  • Empapa una torunda de algodón en tintura madre de caléndula y realiza suaves masajes sobre la mama. Las propiedades analgésicas y antiinflamatorias de esta planta te ayudarán a calmar la sensación de rigidez, dolor y comezón.
  • Otra opción es aplicarte aceite de coco sobre el pecho inflamado y dejarlo actuar de 10 a 15 minutos. Además de tener un efecto emoliente (suaviza, hidrata y refresca la piel), el coco es un buen antiséptico natural.

Si a pesar de tomar todas estas precauciones y de probar diferentes remedios naturales sigues teniendo problemas, te recomendamos que consultes a un especialista en lactancia.

Un desequilibrio de la microbiota del pecho

La glándula mamaria de la mujer lactante contiene una microbiota fisiológica propia, dominada por estafilococos, estreptococos y bacterias lácticas.

En los últimos años se ha estudiado mucho la microbiota intestinal y su relación con el sistema inmunitario, pero se sabe poco sobre los procesos que llevan a la disbiosis microbiana en las mamas de la mujer lactante, con un espectacular aumento de la concentración del agente causal y la desaparición del resto de bacterias.

Según un estudio publicado en la revista Acta Pediátrica Española en 2009, los principales agentes etiológicos de las mastitis infecciosas durante la lactancia pertenecen a los géneros Staphylococcus y Streptococcus, con un papel creciente de los estafilococos coagulasa-negativos.

Las cepas de estafilococos causantes de mastitis comparten diversas propiedades: capacidad para formar biopelículas, resistencias a los antibióticos habituales y mecanismos de evasión de la respuesta del sistema inmunitario. Algunas especies de hongos también pueden causar mastitis; sin embargo, a pesar de la creencia injustificada de que la Candida albicans es un agente causal importante, su incidencia es muy baja.

Las bacterias se disponen en forma de películas biológicas (biofilms) en el epitelio de los acinos y de los conductos galactóforos. Si la concentración bacteriana rebasa los límites biológicos, la luz de los conductos se reduce, de manera que la presión que ejerce la leche sobre el epitelio inflamado es considerablemente mayor y provoca un intenso dolor.

Pero… ¿por qué el sistema inmunitario no logra vencer el sobrecrecimiento de estas bacterias infecciosas?

Por qué el sistema inmunitario no logra reequilibrarla

Parece ser que algunas cepas, como el Staphylococcus aureus, son capaces de producir superantígenos (SAg), un mecanismo que permite evitar la respuesta del sistema inmunitario.

Los SAg son exotoxinas que tienen una elevada capacidad mitogénica sobre los linfocitos T, es decir, una elevada capacidad para estimular su división celular. En comparación con la respuesta inducida por un antígeno normal –en la que únicamente se activa entre un 0,001 y un 0,0001% de los linfocitos T–, los SAg son capaces de activar de forma inespecífica hasta un 20-25% de estos linfocitos T.

Este hecho provoca una respuesta inmunitaria tan masiva como ineficaz. A su vez, esta activación produce la liberación de citocinas (moléculas proinflamatorias), lo que se traduce en los síntomas típicos de una infección: hinchazón, dolor, fiebre, escalofríos, malestar, etc.

Referencias