Siendo estudiante de Medicina, en un encuentro con Lanza del Vasto, me pregunté: ¿Es más ético y más sano comer vegetales que carne?

Para saberlo, lo tenía que probar. Llevo haciéndolo desde entonces y cada día encuentro más razones para pensar que sí.

Por eso, cada año planteo a los alumnos de Medicina la misma pregunta: si tuvieseis que mantener y sanar con la comida a los enfermos de un hospital, ¿tendríais un huerto o un matadero?

¿Es lícito matar para comer?

El ser humano se ha preguntado muchas veces si matar es lícito o natural.

Cuando la vida amenazada es la propia, enseguida responde que no, mientras que si es la del otro siempre encuentra razones para aprobar guerras justas.

Algo similar sucede cuando nos preguntamos si es lícito matar para comer: si nos ponemos en el lugar del muerto, nos parece que no; de lo contrario justificamos las muertes regladas e higiénicas del matadero.

Me ha tocado asistir a enfermos moribundos, al espectáculo de la muerte de la corrida de toros o a la matanza del cerdo; en todas esas situaciones se siente el sufrimiento, pero quizá como en ninguna otra se siente en el matadero.

La agonía y la crueldad con los animales se palpan allí, y a veces no es fácil distinguirlas de la crueldad y la agonía humanas. En ambos casos un ser consciente tiene que abandonar este mundo, con todo lo que implica.

Cada día me cuesta más entender que tengan que existir estos lugares, que sea necesario matar en masa animales para que los hombres de las ciudades que no matan puedan comer o sobrevivir.

¿Es más sana una dieta basada en vegetales?

Y también es difícil entender que de la muerte de los animales, de su cadáver, se dé alimento a los enfermos para que se recuperen de sus enfermedades. No me cabe en la cabeza que la salud se base en la muerte y el sufrimiento de otros.

Hay mataderos dedicados a una superstición médica que se repite -como el de París, dedicado al médico que descubrió que la carne de caballo ayudaba a recuperarse de la anemia-, mientras nos cansamos de ver a niños anémicos que después de comer y comer carnes rojas e hígados de animales siguen igual de pálidos y enfermos o más.

La angustia del horror al dolor y la muerte se huele y se palpa en el matadero. Y no solo eso: esa depresión, angustia y duelo ante la muerte algunas personas los sienten en su cuerpo, quieran o no; y a veces para resolverlo se cargan de somníferos y antidepresivos.

El sufrimiento y la muerte son ley de vida, pero institucionalizarlos socialmente y mantenerlos como un estatus de superioridad sobre otros se llama abuso de poder, fascismo o animalismo.

Hoy día existe suficiente literatura médica sobre la dieta vegetal para afirmar que es sana. Hace años que se desterró el mito de que era deficiente en proteínas, calcio, hierro y vitaminas D y B12.

La única carencia que tienen los vegetarianos del mundo con problemas por la dieta es que no disponen de suficiente comida debido a la pobreza.

Con suficiente comida, la dieta vegetariana no presenta deficiencias cualitativas y es ideal para prevenir y curar enfermedades metabólicas como gota, obesidad y diabetes, cardiacas como arteriosclerosis, angina de pecho o infartos, y degenerativas como osteoporosis, artrosis y cáncer.

¿Es más natural una alimentación omnívora?

Pero sobre todo, elegir llevar una dieta vegetariana responde a una forma diferente de entender la vida y la muerte.

Es curioso que la mayoría de personas que se come a los animales no sea capaz de matarlos ni de soportar su sufrimiento. Sin embargo, con su acto de comer carne, permiten que otros tengan que darles muerte.

Por otro lado, el escaparate social hace que esté mal visto ver comer a un perro la carroña de animales muertos, y esté bien visto comer las patas del cerdo desecadas y cortadas en finas lonchas.

La ética y la salud están distorsionadas. Respetar la vida en todas sus facetas es un signo de salud.

Alguien dirá que en un siglo de guerra y miserias es pueril enternecerse por los animales, pero el pesar y las desdichas de los animales no restan desdichas a los hombres: solo se añaden a ellas.

También habrá quien nos acusará de matar lechugas o morder manzanas: le diré que lo hacemos con respeto y que nuestra sensibilidad nos dice que intentamos hacer el menor daño posible para sobrevivir.

El respeto a la vida se incluye en todas sus formas: la humana, la animal, la espiritual, la corporal... ese respeto y admiración pueden ser la base de nuestra salud y felicidad.

dieta vegana

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Alguno, al leer estas líneas, me dirá con pleno sentimiento y razón que considera ético y saludable matar animales y comer carne. Hay personas que comen carne con moderación y hasta agradecimiento al animal que la proporciona.

Aunque lo respeto, no comparto sus ideas y su postura: en un mundo como el actual, con tantas opciones alimenticias, me parece muy humano buscar alternativas menos cruentas. Máxime cuando la carne animal no es necesaria para nuestra alimentación ni para nuestra salud.

Hoy disponemos de tantas opciones para alimentarnos que podemos elegir la que nos parece la más saludable para nosotros y la más solidaria con el planeta.

Sobre la solución a la hambruna del mundo, se sabe que si los granos (avena, sorgo, soja) que se da a los animales de las fábricas de carne se destinaran al consumo humano se evitaría el hambre en el mundo y no habría que sacrificar a los animales.

Mira bien y siente lo que te comes porque de ello depende tu vida y tu salud y a veces la de otros, y todas están relacionadas.