En los momentos complicados de la vida nos suele costar pensar que todo aquello que estamos experimentando es un aprendizaje. Mucho más difícil aún es aceptar que hemos sido nosotros mismos quienes hemos decidido vivir eso y que somos nosotros mismos los que tenemos el poder de cambiar esa realidad. Y es que, nosotros somos los dueños de nuestra vida.

Los cambios siempre generan una incomodidad inicial que si logramos superar nos permitirá estar más cerca de la vida que soñamos. Posible no significa sencillo. Necesitamos no resistirnos al cambio, constancia y, sobre todo, acción, porque si permanecemos inmóviles en el punto en el que nos encontramos no vamos a alcanzar ninguna meta.

La felicidad es vivir los retos sin sufrimiento

Siempre se puede elegir, aunque leído así parezca una locura, y María Elena Badillo, psicóloga y experta en crecimiento personal, lo explica en su último libro, También es posible para ti (editorial Sirio): “no es fácil, no es de palabras y frases bonitas. Aquí nadie te va a decir qué tienes que hacer para ser feliz, sino que lo primero que va a hacer es ayudarte a entender qué es lo que te está haciendo tan infeliz, para que te quites la venda de los ojos y aprendas cuál es tu significado de la felicidad y cómo tienes que alcanzarla. Necesitas quitarte la idea de que la felicidad es una vida sin problemas. Eso no existe. Aunque haya retos, los voy a vivir en paz, sin sufrimiento. Esa es la felicidad”.

¿Por qué hablamos tanto de querer cambiar, pero en realidad parece que nos resistimos?
Fundamentalmente, por dos razones. Una, porque en el fondo no se quiere cambiar, ya que de una u otra manera estar en esa situación nos trae alguna ganancia, y eso nos cuesta mucho aceptarlo. Y dos, porque es muy incómodo. No hay ningún cambio, ni el más positivo que sea, que no genere incomodidad al principio. Por ejemplo, piensa que tu sueño fuera irte a vivir a Bélgica y lo lograras, aun así, en un primer momento sería incómodo, porque no conoces las calles, quizá no sepas el idioma…

¿Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, como dice el refrán?
Sí, a veces los seres humanos preferimos el dolor conocido que el nuevo. Es como si la mente dijera: “Este dolorcito de vivir, por ejemplo, en este trabajo horrible que llevo aguantando cinco años, ya lo conozco, ya sé lo que hay. ¿Me voy a exponer a un posible dolor que ni siquiera sé qué representa?”. Y entonces, nos cuesta movernos y avanzar.

Pareciera que nos gustara el dolor, el sufrimiento…
Los seres humanos no queremos dejar de sufrir. No queremos, ¡pero por Dios, si el sufrimiento nos ha traído tanta ganancia! Desde la inconsciencia, claro. Y hasta que no entendamos que no queramos soltar eso, no lo vamos a cambiar, porque seguiremos siendo víctimas de nuestro propio engaño. Te pondré un ejemplo. Si a las personas que están en una situación de profundo sufrimiento les decimos que la vida de la persona que más aman está en peligro y que la única forma de salvarlo es que ellas hagan ese cambio para dejar de sufrir, ¿cuál es su respuesta? El 100% de los casos sería sí: sí, me separo; sí, renuncio; sí, acepto que mi hijo sea gay… Entonces, ¿la pregunta cuál es? ¿No puedes hacer el cambio o no quieres? Porque, incluso, si el cambio no está en tus manos, ¿por qué sufres?

En tu libro explicas que somos creadores de nuestra realidad. Sin embargo, si hiciéramos una encuesta, más de uno diría que él no tiene la vida que quiere.
Puede que no tenga la vida que quiere, pero es la que crea. No nos damos cuenta de que eso que vivimos, nos guste más o menos, lo hemos creado nosotros mismos. Las piezas de Lego están ahí. Cuando tú las sacas de la caja y las tiras sobre una mesa se forma un desorden, un caos, pero hay dos alternativas: tomar eso y crear una obra de arte o tomar eso y crear otro desastre. Las piezas son las mismas para todos. El infierno o el cielo que estamos viviendo lo hemos creado nosotros con cada una de las pequeñas decisiones que hemos tomado en el pasado. Lo que a veces las personas no entendemos es que no hacer nada también es actuar, porque no nos movimos cuando podíamos. Inacción también es una decisión.

¿Y qué pasa con los pensamientos?
Creemos que cuando empezamos el viaje del autoconocimiento, el ego va a desaparecer, que nunca van a volver los pensamientos negativos. Sin embargo, aunque ahora te estés queriendo, aunque te hayas trabajado, en un momento dado te vas a poner delante del espejo y el ego te va a decir: “Mira las arrugas, estás gorda, estás flácida…”. Lo único que cambia es que ahora, cuando aparece, ya no le das tanto poder, es diferente.

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¿Qué hacemos con ellos cuando aparecen?
Dejarlos pasar. Imagina que hay una autopista de cinco carriles y tú tienes varios coches circulando (esos son tus pensamientos positivos) a su ritmo, pero de un momento a otro viene un camión enorme de 12 llantas a 200 kilómetros por hora. En ese momento tu mente te dice que no puedes dejar pasar el camión porque va a desmontar todo el trabajo que has hecho, va a bajar tu vibración, vas a regresar al pasado… En cambio, es tan sencillo como hacerte a un lado y dejar que el camión pase a su ritmo. El daño colateral será mínimo, no le obstruyas el paso a ese pensamiento negativo, no te descontroles y déjalo pasar.

¿Se trata de fluir?
Siempre que se entienda bien el concepto, sí, porque fluir no puede convertirse en una excusa para responsabilizar a otros por todo lo que está ocurriendo y no empoderarse. Yo puedo fluir con lo que está pasando y aun así, actuar. Así pues, ¿qué significa fluir? Significa que no me desgasto energéticamente luchando contra lo que ya está pasando. En lugar dehacer un drama interior, porque no estoy de acuerdo con lo que ocurre, fluyo. ¿Qué voy a hacer con lo que está ocurriendo? Eso es fluir. Fluir no es me quedo aquí a que alguien venga y me resuelva, a que cambie el político de turno y me solucione la vida o a que mi jefe me ascienda. Lo acepto, hago y fluyo.

¿Por qué tiene tanto éxito todo aquello que parezca dar las claves de la felicidad?
Porque queremos soluciones simples y, está bien, nadie dijo que esto tenía que ser un valle de lágrimas, pero hay cosas de las que debemos hacernos cargo. No podemos negar que, si no hay un trabajo interior, el resultado no será sostenible, porque caerá por su propio peso. Por eso buscamos el gurú de turno que nos diga cómo alcanzar la felicidad. Yo soy de las primeras que dice: “Cuando alguien te ofrezca la clave de la felicidad, corre”, “cuando alguien te diga que tiene la respuesta, corre”; “cuando alguien te diga que te garantiza la felicidad, corre”.

¿No crees que puede llegar a crear mucha ansiedad esta búsqueda constante de la felicidad a la que nos empuja el entorno?
No, para nada. Solo el ego puede sentirse ansioso, porque es el que se anticipa al resultado. Observemos esto. ¿Qué es la ansiedad? Es una anticipación mezclada con una expectativa. El ser está en el único momento en el que está, aquí y ahora. Trillado todo este mensaje, pero cierto. Vive en el eterno presente. Conecta con el ahora. Haz mindfulness. Lindo en las páginas, en los posts de Instagram, en los mensajes de WhatsApp, pero aterricémoslo ya. Atendamos los asuntos del día a medida que se vayan presentando. No alcanzamos ni a solucionar lo que está ocurriendo ahora, que ya nos estamos preocupando por lo que va a pasar mañana, así sí puede generar mucha ansiedad a aquella persona que vive en la máscara intentando sostener la creación que ella misma se inventó para protegerse.

¿Vivimos demasiado expuestos a los demás? ¿Demasiado hacia afuera?
Sí. Yo considero que esta exposición tiene dos caminos. Uno es el del ego, que te obliga a ponerte todas las máscaras para que nadie vea lo que hay en tu interior, para ocultar tu fragilidad y tu miedo. Es el camino que te hace vivir una mentira creada por ti misma y que es difícil de sostener. Y el otro es desde la libertad de mostrarte tal cual eres. Y eso es maravilloso, porque nos invita a pensar que la sociedad podría ser muy distinta, ya que nos permitiría mostrarnos sin máscaras. ¿Qué quiero decir con eso? Imagina que un día toda la humanidad amanece con el don de leer la mente del otro. De esta manera, cuando nos preguntan en la calle cómo estamos, no tendríamos que decir bien, cuando en realidad estamos tristes. Se acabaría el aparentar y, ¿cómo sería este mundo? Se caerían muchos sistemas. Y sobre todo, ¿cómo te irías a dormir sabiendo que has podido ser auténtico? Para mí eso sería la libertad absoluta.

Tú que llegas a tantas personas, ¿cómo gestionas lo que puedan opinar de ti?
Durante un tiempo de mi vida, sobre todo al comienzo, fue un reto, porque en ese momento de mi vida, todavía en la transición del ego al ser, era muy importante para mí lo que la gente opinara sobre mi persona. Consideraba que eso determinaría mi valor, pero llega un momento en el que entiendes que tu verdadero valor no puede depender de lo que te digan afuera y eso me permitió darme cuenta también de que lo importante era el mensaje, no yo. Suena trillado, pero es cierto, y el mensaje está ahí. Puede que esté diciendo lo mismo, pero desde mi versión, mi historia, con mis palabras…, y eso llega a unas personas concretas, perfecto.

¿Qué papel juega el ego que acabas de mencionar?
En mi caso, el ego siempre me estaba diciendo: “No te arriesgues”, “no te expongas”… Y esa era la parte más dura, más retadora. Por ejemplo, cuando lanzas un vídeo en Youtube y lo van a ver más de un millón de personas, no puedes pararte a pensar en lo que van a opinar, porque sino, no lo lanzarías. A mí me produce placer sentir que le puede servir a alguien.

¿Sientes responsabilidad?
Durante un momento sí, pero enseguida acallo a mi ego, porque yo no soy responsable de nada ni de nadie. Yo puedo decir blanco, pero desde tu historia personal ese blanco tendrá matices, porque tú lo leerás con tu historia y le darás el significado que concuerde con tu contexto aquí y ahora.

Se habla mucho de ego y autoestima, ¿consideras que está clara su diferencia?
Quizá no, aunque es muy sencillo. Desde el ego, la necesidad de poner límites o de decir lo que siento busca una reacción en el otro, no surge desde el amor hacia uno mismo. El egocentrista es aquel que se siente más importante que el resto y, por lo tanto, busca que se le reconozca su poder. De ahí su “mira qué coche me he comprado”, “mira mi casa nueva”, “mira, me ascendieron”… Para mí, la clave de la diferencia entre ego y autoestima es que el ego siempre está afuera, abajo, en lo terrenal, y el ser está arriba, que podemos asimilarlo con el plano espiritual, y adentro.

¿Hay una clave para el crecimiento personal?
La constancia. Con el tiempo empiezas a ver los pequeños cambios. Te ves diciendo: “No pensé que yo fuera a reaccionar así en esta situación, ¡qué bien!”. Pero si dejas que llegue la ansiedad lo echaste a perder porque no te estás gozando el proceso, te estás focalizando en el resultado. Esa es la clave, constancia. Hay que dejar la expectativa, porque puede ocurrir que en el proceso descubras un montón de cosas que te hacen más feliz que la misma meta que te habías fijado.

¿Qué le dirías a esa gente que todo lo deja para después, para cuando crezcan los hijos, para cuando tengan más tiempo, etc?
Esas personas viven sufriendo en una pesadilla, pero no se quieren despertar. Y yo les diría que ese despertador lo pueden parar y levantarse para empezar a vivir. Esto es un regalo. Nadie los va a juzgar ni a decir que desaprovecharon el regalo de la vida. El cuestionamiento se lo hará su propia alma preguntándoles qué hicieron. Habrán criado a sus hijos, no habrán dejado sus relaciones de pareja, habrán complacido a sus padres, pero se quedaron sin seguir el llamado de su alma. ¿Valió la pena?

¿Y a los que piensan que el dinero es la felicidad?
El dinero es maravilloso y que jamás se vaya de nuestra vida, pero no es cierto que compra la felicidad. Prográmate, organiza tus finanzas y da el salto de fe en busca de tu vida. Tienes que aprender a confiar en la vida. Si quieres ser abundante, uno de los grandes principios, es el sano equilibrio entre hacer y confiar en la vida. Tú encárgate de lo tuyo, deja que el otro 50 que corresponde a la vida se equilibre, porque el universo no quiere estar en deuda con nadie. ¿Hiciste tu parte? Confía, te va a llegar lo que te corresponde. Prográmate, lánzate y confía, eso les diría.

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