Tomar el sol y bañarse en el mar no solo son placeres de verano, sino auténticos remedios saludables a nuestro alcance. Así, si estás en la playa, no estás perdiendo el tiempo: te estás cuidando.

El sol y el mar son inseparables de la vida en el planeta Tierra y desde la antigüedad se han asociado con la salud y la curación. Estos son los beneficios que los estudios científicos le han atribuído.

Tomar el sol: propiedades saludables

Es bien sabido que la radiación solar en dosis altas y repetidas envejece la piel y aumenta el riesgo de cáncer. Pero en dosis moderadas es una fuente de salud.

Desde finales del siglo XIX y hasta principios de la década de 1930 la helioterapia o terapia del sol se consideró un tratamiento eficaz para la tuberculosis, las úlceras varicosas, la debilidad de los niños y una amplia gama de otras afecciones.

Por toda Europa se construyeron balnearios con terrazas para tomar el sol. Luego, los tratamientos con fármacos relegaron el sol a un lugar secundario en la medicina convencional, pero hoy sabemos de la importancia de la exposición al sol, sobre todo porque es necesaria para sintetizar vitamina D en la piel.

Por otra parte, cuando nos exponemos a la luz del sol por la mañana, la producción nocturna de melatonina (la hormona del sueño) ocurre antes y nos dormimos más fácilmente por la noche.

Además, la melatonina desempeña un papel importante en la lucha contra las infecciones, el síndrome pre-menstrual y el trastorno afectivo estacional y la inflamación.

El sol induce la producción de serotonina y endorfinas, que favorecen la tranquilidad, la concentración y la sensación de bienestar.

El papel de la vitamina D en la prevención de enfermedades

Este nutriente participa en la expresión de al menos mil genes que controlan infinidad de procesos en el organismo, incluidos la transmisión neuromuscular, el equilibrio inmunitario o el metabolismo del calcio

Sin suficiente vitamina D, los huesos de los niños no se forman adecuadamente. En los adultos, la deficiencia provoca y agrava la osteoporosis y la osteomalacia, una dolorosa enfermedad de los huesos.

Asegurarse la dosis necesaria de radiación solar reduce el riesgo de varios tipos de cáncer, como los de mama, ovario, colon, páncreas, próstata, linfoma de Hodgkin y otros, según un artículo publicado en Environmental Health Perspectives.

Muchos estudios han demostrado que las tasas de mortalidad relacionadas con el cáncer disminuyen a medida que se avanza hacia el ecuador.

Los niveles altos de vitamina D disminuyen el riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes: esclerosis múltiple, artritis de Lyme, encefalomielitis autoinmune, tiroiditis y lupus eritematoso sistémico.

Además, la exposición al sol regula las citoquinas (factor de necrosis tumoral e interleucina 10) y activa las células T reguladoras, que eliminan las células T autorreactivas. Estos mecanismos, y otros como la liberación de péptido relacionado con el gen de la calcitonina (CGRP, sus siglas en inglés) y de sustancia P, ayudan a prevenir enfermedades autoinmunes.

William Grant, director del Sunlight, Nutrition, and Health Research Center de San Francisco (EE.UU.), afirma que la exposición al sol confiere protección contra las enfermedades infecciosas, en parte debido a que la vitamina D induce la producción de catelicidina, un polipéptido que combate las infecciones bacterianas y virales.

Un nivel suficiente de vitamina D regula la concentración de glucosa en sangre y la resistencia a la insulina, factores de riesgo para la diabetes.

Según el doctor Rolfdieter Krause, del departamento de medicina natural de la Universidad Libre de Berlín, un nivel sérico por encima de 40 ng/mL de 25-hidroxivitamina D (el doble de lo que la mayoría de médicos convencionales todavía consideran aceptable) protege contra la hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares.

Bajo los rayos de sol sin riesgos

El doctor Cedric Garland, profesor de medicina de la Universidad de California en San Diego, recomienda exponer al menos el 40% de la piel al sol, durante 3-15 minutos si tienes la piel blanca, y de 15 a 40 minutos si la tienes negra, durante las horas centrales del día (de 10 a 17 horas), a menos que se tenga sensibilidad al sol o se tomen medicamentos que aumentan la fotosensibilidad.

Los baños de sol son graduales: cada día se aumenta la piel expuesta y unos minutos, desde 5 minutos hasta alcanzar un máximo de 40.

Tomar antioxidantes como la apigenina (apio y perejil), curcumina (cúrcuma), proantocianidinas (alimentos morados), resveratrol (uvas negras) y silimarina (cardo mariano) ayuda a protegerse de los daños en la piel.

Cómo evitar las quemaduras

En cualquier caso, hay que evitar las quemaduras. Como muchas medicinas, el sol puede tener efectos secundarios. Para evitarlos, conviene ser consciente del riesgo y tomar medidas.

TIPO DE PIEL

La piel pálida es más sensible al sol y la de color oliva, morena o negra, lo es menos, pero todos los tipos pueden quemarse.

La piel bronceada tolera hasta tres veces más la radiación ultravioleta que la piel pálida.

La edad también afecta: los niños menores de 6 años y los adultos mayores de 60 son más sensibles.

Por otra parte, el consumo de antibióticos, anticonceptivos y tranquilizantes puede aumentar el riesgo.

ELEGIR LA HORA

En nuestra latitud, los rayos del sol son más intensos entre las 10 y 16 horas. Y el efecto aumenta si se está rodeado de superficies reflectantes, como agua, arena, nieve o hielo. Además, cuanto mayor es la altura, más fácil resulta quemarse.

CUIDADO CON LAS CREMAS PROTECTORAS

Las cremas con filtro o bloqueador solar nos pueden hacer sentir falsamente seguros.

Si se usan hay que hacerlo bien: elegir cremas naturales certificadas con filtros minerales, aplicarlas con generosidad y repetir cada dos horas.

Si se está en la playa, la crema se pone después de bañarse. Durante la mayor parte del tiempo es mejor protegerse con ropa y sombrero.

EXPOSICIÓN DIRECTA

Para sintetizar suficiente cantidad de vitamina D y conseguir todos los beneficios de la radiación solar es conveniente no ponerse crema desde el primer momento. A partir de los 15-20 minutos resulta recomendable, sobre todo las pieles claras.

agua del MAR: propiedades saludables

Las propiedades curativas del mar se conocen desde tan antiguo como las del sol.

En la Ilíada y la Odisea de Homero, los héroes salían del mar llenos de energía. Los padres fundadores de la medicina occidental, Hipócrates de Cos, Avicena y Galeno, confiaron en sus virtudes.

En 1760, el médico británico Richard Russel escribió el primer tratado médico de curas marinas y en el siglo XIX, el francés Bonnardiere de Arcachon inventó el concepto talasoterapia (del griego thalasa, mar, y therapeia, terapia), que hoy es aplicada en balnearios de todo el mundo.

Lourdes Mourelle, investigadora de la Universidad de Vigo, experta en termalismo y talasoterapia, explica que el agua de mar es un estimulante general, que fomenta la producción de células sanguíneas, oxigena y repone nutrientes, mejora la capacidad de adaptación del organismo y potencia la inmunidad.

Nadar y moverse en el agua mejora la movilidad de las articulaciones y reduce las molestias de la artrosis y la fibromialgia, mejora la flexibilidad muscular y favorece la recuperación de las lesiones.

La cercanía del mar favorece la relajación y mejora el estado de ánimo. Además, permite un sueño de más calidad.

Además, resulta remineralizante: a través de la piel se absorben minerales y oligoelementos que se encuentran en el agua como manganeso, cobalto o boro.

El agua de mar se utiliza en el tratamiento de las afecciones de la piel, como los eczemas y la psoriasis. Los tratamientos con algas y barros sirven para hidratar, exfoliar y rejuvenecer la piel.

Un baño de mar terapéutico

Antes del baño hay que hacer un poco de ejercicio suave y tomar algo de sol.

La entrada en el mar conviene que sea decidida. Hay que sumergir el cuerpo entero varias veces y nadar.

Si el mar está frío o agitado, el baño ha de ser breve. En agua templada el baño puede alargarse 20 minutos, incluso 30 en verano. Son suficientes de uno a tres baños al día.

Al salir del mar hay que secarse al aire, sin utilizar la toalla. De esta forma se permite la absorción de los minerales y que los pequeños cristales de sal estimulen el sistema nervioso.

Conviene además pasear o hacer algún ejercicio. Andar en la arena o enterrarse bajo ella son terapias con beneficios generales y en especial para las molestias en las articulaciones de tipo reumático. 

TRATAMIENTOS DE BALNEARIO

El chapuzón en la playa es el tratamiento básico, pero en los balnearios y centros de talasoterapia se pueden recibir tratamientos bajo control profesional.

En piscinas llenas de agua de mar caliente (37-40 ºC) o fresca se puede nadar o realizar ejercicios específicos.

También se pueden realizar tratamientos en bañeras con sales marinas disueltas en el agua. Estas bañeras pueden tener chorros de presión.

Las aplicaciones de barros y algas aportan hidratación, minerales y antioxidantes a la piel del rostro y el resto del cuerpo. Son famosos los limos del Mar Muerto, que mezclan algas, sedimentos arcillosos y arena.