Gozar de un masaje, disfrutar de una tanda de estiramientos, interpretar piezas armoniosas a la guitarra o simplemente desperezarse y preparar un desayuno a la persona amada un domingo por la mañana son algunas de las cosas que hacemos para encontrarnos bien, rebajar los niveles de estrés, aliviar las contracturas y sentirnos cómplices con los demás.

Pero todo ello necesita un requisito indispensable: estar a gusto térmicamente, pues el frío, como el hambre, es una de las primeras sensaciones que tendemos a evitar.

Quien sufre de pies fríos sabe cuán desagradable puede llegar a ser la vivencia del frío.

Con el frío persiste la incomodidad, y lo cierto es que no se sabe muy bien qué hacer, porque echar mano a un segundo par de calcetines quizá no resuelva la molestia. Y no digamos cuando la sensación de frío se apodera de todo el cuerpo a pesar de llevar ropa suficiente.

Decía el escritor Josep Pla que la vida implica "un proceso de enfriamiento corporal", bastante molesto de sobrellevar en ocasiones. En contraste, para muchos niños el frío es "eso que tienen los padres cuando te mandan poner el abrigo".

Los hábitos de vida corrientes, como puede ser el consumo de cocidos ricos en grasas, de vasodilatadores periféricos como el alcohol o del café de las mañanas, nos mantienen sujetos a perpetuar esas costumbres.

Modificarlas y sustituirlas por otras más saludables es un asunto que parece complicado de llevar a cabo, aunque en realidad no lo es. Combatir el frío de forma pasiva –mediante abrigo, calefacción y alimentos– puede ser poco eficaz. Es mucho más inteligente movilizar los recursos del organismo e interactuar con la naturaleza.

Tratar de armonizar la temperatura corporal y evitar el frío incide sobre el estado de salud en general, tonificando la calidad de la digestión, rebajando los niveles de estrés e incluso mejorando el sueño.

Al evitar la sensación de frío nos sentiremos con más energía y mayor predisposición para realizar otras actividades placenteras a lo largo del día y, sobre todo, con mejor humor.

¿Por qué tenemos frío y cómo impacta eso en nuestra salud?

El metabolismo basal es el valor mínimo de energía que precisa el organismo para vivir, es decir, las calorías que quemamos por el mero hecho de estar vivos. El metabolismo basal depende de factores como el sexo, la talla, el peso o la edad, más el número de calorías necesarias para desarrollar nuestras tareas.

Nuestro calor corporal procede de las moléculas de energía llamadas ATP (adenosín trifosfato), que representan la moneda de cambio que tiene nuestro metabolismo para llevar a cabo sus acciones. Y cuantas menos desperdiciemos en digestiones pesadas, fatiga (física o psíquica), estrés, etc., más tendremos en reserva para lo que el organismo precise, como la generación de calor.

Según la Doctrina Térmica de la Salud de Manuel Lezaeta, si la temperatura en nuestro interior está anormalmente elevada, fruto de la congestión que provoca una alimentación agresiva e inadecuada para el aparato digestivo, y en cambio es baja en la piel, se produce un desequilibrio térmico que abre la puerta a la enfermedad.

Como explica el médico Pedro Ródenas, buen conocedor de la obra de Lezaeta: "La alimentación de hoy día, excesivamente pesada y trabajosa para el aparato digestivo, atrae un importante caudal sanguíneo a la red capilar de la mucosa digestiva. Este fenómeno, repetido tres o cuatro veces al día, más un progresivo debilitamiento cutáneo por la falta de ejercicio y de exposición al frío, provoca una afluencia masiva de sangre a los órganos digestivos y un déficit en la red capilar subcutánea, con lo que se produce el desequilibrio térmico: calor interno y frío en la superficie. Entonces los órganos congestionados trabajan mal por el acúmulo de sangre mientras los anémicos tienen problema en cumplir su trabajo por escaso riego sanguíneo".

Con ello percibimos cuán importante puede ser, de cara a mantener el equilibrio térmico y con ello la salud, llevar una vida sobria, activa y en amplio contacto con la naturaleza. Para ello, podemos tomar nota de los siguientes consejos:

1. Tomar alimentos saludables para combatir el frío

Cuando una persona tiene dificultad para entrar en calor el consejo dietético más importante es evitar comer en exceso. La sobrecarga de trabajo digestivo atrae la sangre –y con ello el calor– a esa zona, a costa de retirarla de la piel. El simple hecho de prescindir una noche a la semana de la cena puede aportar el suficiente descanso al aparato digestivo para que se reorganice y restablezca su capacidad de asimilación.

El ajo es un alimento que se ha ganado la merecida fama de calentador, además de protector cardiaco y fortalecedor del sistema inmunitario.

Los alimentos más energéticos y saludables que ayudan a generar calor son:

  • Los frutos secos clásicos, como almendras, nueces, avellanas, piñones, castañas...
  • Las frutas desecadas, como los higos y los orejones
  • Los cereales integrales
  • Las sopas calientes con un ligero toque de especias picantes
  • Los alimentos cocinados al horno

De entre los nutrientes, la vitamina c y el cinc también ayudan a hacer frente al frío.

  • La vitamina C se encuentra sobre todo en el pimiento, la naranja, el kiwi, las coles, el perejil, la fresa...
  • El zincabunda en las semillas de sésamo y calabaza y el pan integral.

El caso del café guarda cierto paralelismo con el del alcohol, pues aunque ambos tienen un efecto claramente calorífico de entrada, en una fase posterior pueden ocasionar frío por el calor perdido en un principio.

La medicina tradicional china aporta precisos matices a estos conceptos generales. En general, considera que:

  • Los alimentos templados y calientes tonifican el calor (yang) del organismo y tienen un efecto estimulante. Según la medicina china, ayudan a entrar en calor alimentos como: las especias picantes y semillas como el sésamo. También alimentos como el pescado sin escamas (como el rape) y las carnes de ternera y cordero no compatibles con una dieta vegetariana.
  • Por el contrario, los alimentos frescos y fríos tonifican el yin del organismo, aumentan los líquidos internos y son sedantes. En caso de ser frioleros habría que tomar con moderación las verduras, la leche y el queso fresco, el azúcar y la fruta. Además, durante los meses de invierno es aconsejable disminuir el consumo de alimentos crudos, como las ensaladas y los zumos de fruta. En su lugar pueden potenciarse las verduras en forma de caldo.
  • Los alimentos de energía neutra tonifican el chi o la «energía de base» y son armonizantes. Entre los alimentos neutros hallamos los cereales, el cuscús, las legumbres, los frutos secos y la miel.

Además de clasificar los alimentos según tengan una naturaleza caliente, templada o fría, considera que la influencia de un determinado alimento sobre el organismo depende de varios factores, como por ejemplo si se toma fresco, cocido, al horno, desecado...

Por ejemplo, del jengibre fresco se dice que tiene una energía templada; mientras que el jengibre seco posee una energía más caliente; al ser picante se considera que tonifica el pulmón y que moviliza la mucosidad del organismo.

2. Hacer ejercicios para activar la circulación

Probablemente el método más sencillo de tonificar la circulación sanguínea es la práctica regular de ejercicio físico. Pero hay que hacerlo con el máximo de conciencia corporal, puesto que las lesiones por la práctica deportiva son frecuentes y no siempre fáciles de curar.

Resulta esencial realizar sesiones previas de estiramientos para desbloquear los músculos y prepararlos para la actividad deseada. Con el cuerpo ya desentumecido podemos recorrer algunos kilómetros al aire libre, sea a paso rápido, corriendo, en bici o con patines. Lo importante es respirar por la nariz, moverse de forma rítmica y activar la circulación, lo cual llevará el calor a todos los rincones del cuerpo.

Aunque en invierno pueda dar algo de pereza, ese plus de esfuerzo hará que nos sintamos mucho mejor, no solo a nivel físico sino también a nivel emocional, con la agradable sensación aportada por las secreción de endorfinas.

3. Tomar infusiones que ayudan a generar calor

Entre las infusiones con mayor poder para generar calor hallamos en primer lugar la de jengibre. También lo hace la de canela y las que contienen una pizca de pimienta; por ejemplo, la combinación de jengibre, canela, cardamomo y pimienta, tal vez con una pizca de cayena, es una infusión clásica para tomar en los días de frío.

Todas estas especias picantes también son mucolíticos de primer orden y ayudan a descongestionar las fosas nasales y aumentar la expectoración.

Cómo preparar vino de romero para entrar en calor

Tomado con mesura (una tacita pequeña al día), este recurso de la medicina popular puede ser útil también en estados de cansancio crónico o de tensión arterial baja.

Ingredientes:

  • 50 g de hojas de romero
  • 15 g de bayas de espino blanco
  • 10 g de hojas y flores también de espino blanco
  • 15 g de pasas
  • 4 g de jengibre
  • 3 g de flores de milenrama
  • un palo de canela en rama
  • 2 litros de vino tinto
  • 1 o 2 cucharadas de miel

Preparación:

Se introduce la mezcla en un recipiente y se deja reposar diez días, agitándolo de vez en cuando. Posteriormente se cuela y se guarda en una botella de cierre hermético.