Cada año aparecen miles de películas y novelas sobre el amor romántico, pero raramente nos enseñan a amarnos a nosotros mismos. ¿Por qué sabemos tan poco de este hábito tan esencial para la armonía interior y las buenas relaciones con los demás?

Oscar Wilde afirmaba que "amarse a uno mismo es el comienzo de un idilio que durará toda la vida", pero lo cierto es que nos cuesta mantener este romance, ya que a menudo hacemos depender la autoestima de la opinión que percibimos de los demás, lo cual revela que no nos valoramos por nosotros mismos.

¿Por qué nos cuesta tanto amarnos, independientemente de nuestro entorno? La mayoría de personas tienen miedo a perder la estimación de sus amigos y compañeros por el hecho de amarse del modo que se merece. Sin embargo, es posible amarnos y respetar nuestras prioridades sin desatender las necesidades de los otros.

Las claves para amarse a uno mismo

La palabra "egoísmo" tiene una connotación tan negativa en nuestra cultura que identificamos este concepto con la desconsideración hacia los demás, tal como haría una persona que se atiborra de comida en una fuente, sin dejar suficiente para el resto de comensales.

Aunque ciertamente nuestro sistema económico favorece la codicia y la desigualdad, aprendemos desde pequeños que es moralmente más importante satisfacer las necesidades ajenas que las nuestras.
Esta es un idea presente en casi todas las religiones y que está fuertemente arraigada en el inconsciente colectivo, lo cual hace que nos sintamos culpables al procurarnos lo que necesitamos individualmente.

No obstante, vale la pena preguntarse: ¿es posible cuidar bien de los demás sin cuidar primero de uno mismo?

La base de unas relaciones positivas

En las relaciones sentimentales, las personas con baja autoestima suelen fracasar a la hora de amar al otro, porque su propia inseguridad les provoca sentimientos de dependencia, celos e ira. Lo mismo sucede con cualquier otra clase de relación. Si no respetamos nuestras propias necesidades, no estaremos bien para comprender y satisfacer las necesidades de los demás.

A menudo hacemos cosas que interiormente no deseamos para conseguir reconocimiento exterior y ver confirmado nuestro valor. Esta actitud dañina para uno mismo tiene su origen en la ansiedad infantil de obtener el cariño de los padres.

Bajo una excesiva disponibilidad hay la idea soterrada de que si no hacemos lo que los demás esperan de nosotros, nos castigarán retirándonos su amor. El problema de esta creencia es que lo primero que inhabilitamos es el amor por uno mismo, ya que dejamos de vivir para nosotros y lo hacemos para complacer a nuestro círculo.

No te sacrifiques más por los demás

"Sacrificarse" por los otros –un concepto muy presente en el cristianismo– y priorizar los deseos ajenos, es un seguro de infelicidad y, al final, de ira, porque la persona abnegada reacciona con resentimiento cuando se da cuenta de que el mundo no actúa con su misma diligencia.

Entonces surgen reproches como: "Con todo lo que he hecho por él/ella, y mira cómo me lo paga". Esta clase de queja demuestra que la propia entrega no era sincera, ya que se exigía un pago a cambio. Por lo tanto, ¿no habría sido más fácil atender las propias necesidades que reclamar, tarde y mal, esa atención a los demás?

Existe la posibilidad de mirar por uno mismo y cuidarse sin por ello perjudicar a nadie. Al contrario, amarnos como merecemos nos proporciona un caudal de energía positiva que luego podemos revertir en los demás. Así como las personas insatisfechas acostumbran a pagar su frustración con su entorno, la propia felicidad es un catalizador de la felicidad ajena.

3 principios del egoísmo sano

En ese sentido, podemos hablar de egoísmo positivo. La escuela de psicología Gestalt expone tres principios que debemos comprender:

  1. Para poder dar, primero hay que darse a uno mismo.
  2. Para poder querer, primero hay que aprender a quererse.
  3. Para poder entregar, primero hay que entregarse a lo que cada cual es y necesita.

Si no somos capaces de reconocer nuestras prioridades, tampoco podremos identificar y satisfacer las de los demás. El cuidado desde la carencia es como una cáscara vacía: la persona se empeña en ofrecer algo que en realidad no tiene.

A menudo se emplea la imagen de intentar servir agua con una botella vacía. Veamos un par de ejemplos prácticos de esta actitud que nace de la baja autoestima:

  • "Tengo ganas de estar solo, pero iré a esta fiesta para que nadie se enfade".
  • "Me gustaría hablar con un buen amigo, pero no quiero molestarle con mis problemas".

Cuando el egoísmo positivo entra en acción, nos damos permiso para hacer aquello que nuestro cuerpo, mente y espíritu demandan. Algo que nos corresponde darnos, sin pensar que le estamos quitando nada a nadie.

¿Te amas lo suficiente?

A estas alturas te estarás preguntando si te amas lo suficiente. Una manera de averiguarlo es plantearte estas preguntas antes de tomar una decisión en que tu autoestima pueda estar en cuestión:

  • ¿Lo hago por quedar bien o porque lo deseo?
  • ¿Estoy atendiendo mis prioridades y deseos?
  • ¿Actúo desde el miedo y la obligación?
  • ¿Qué necesito de verdad?

Unas respuestas sinceras permiten distinguir aquello que hacemos de corazón de lo que hacemos para obtener la aprobación ajena.

Respeta tus deseos y tus necesidades

Al respetar nuestros deseos, nuestras necesidades y nuestro tiempo, nos permitimos ser auténticos y con ello los otros reciben una versión más valiosa de nosotros mismos. La autoestima depende de la confianza que tenemos en nuestro talento y autenticidad. Será mayor o menor, por lo tanto, en función del amor que sintamos por nosotros mismos y de nuestro grado de aceptación y apoyo.

Amarnos a nosotros mismos requiere tomar consciencia de nuestros deseos y blindarnos ante las críticas y las adversidades, dos de los martillos que ponen en tela de juicio nuestra autoestima. Cada vez que alguien nos cuestiona o cuando las cosas no salen como habíamos previsto, nuestra tendencia natural es a revisar el propio valor.

Sin embargo, nuestra reacción ante estos incidentes –pues son eso: incidentes del día a día– dependerá también de cómo hayamos trabajado el amor por nosotros mismos. Una persona acostumbrada a escucharse y respetarse posee una capacidad de amortiguar los contratiempos mucho mayor que la que vive en la ansiedad de obtener la aprobación ajena.

El taller interior de la autoestima

El desarrollo de la autoestima, si hasta hoy no la hemos cultivado, requiere de nosotros un ejercicio de introspección, de alianza con uno mismo para construir una buena opinión a prueba de ataques y grietas.

La autoestima no depende de que gocemos de un físico envidiable, de tener un trabajo con reconocimiento social o de un gran estatus económico. Es una disposición interior que podemos elegir y cultivar en el día a día.

Veamos algunas claves para que nuestros niveles de amor propio sean siempre óptimos:

  • Evita la comparación con los demás, especialmente si no es objetiva.
  • No seas más crítico contigo mismo de lo que lo eres con otras personas.
  • Sé generoso en cariño y comprensión hacia tu propia persona.
  • Recuerda que eres humano e imperfecto, y que por lo tanto puedes fallar y cometer errores.
  • Rehúsa el perfeccionismo y la tendencia a complacer y a agradar.
  • Huye del exceso de humildad y del boicot personal.
  • Considera que eres tan digno de amor, cariño y reconocimiento como las personas más amadas.

Asertividad y realización

Hay una clave fundamental para amarse y respetarse a uno mismo, y se llama asertividad. La persona asertiva es capaz de opinar o demostrar lo que piensa con claridad, sin miedo a lo que pensarán de ella. Aunque socialmente traten de presentar estos ejercicios de sinceridad como un rasgo negativo o dañino, se trata de una cualidad positiva que protege nuestra autoestima.

Si empleamos el lenguaje adecuado para no herir a nuestro interlocutor, colocamos nuestras prioridades en su sitio.

Como dice la motivadora Shannon L. Alder, "permanecer callado es como un cáncer que crece lento en el alma y el rasgo de un verdadero cobarde. No hay nada inteligente en no defenderse a uno mismo. Puede que no ganes cada batalla. Pero, al menos, todo el mundo sabrá por quién te levantaste… tú mismo."

Las personas que ponen sobre la mesa sus prioridades y, observando las de los demás, son capaces de pedir lo que necesitan, se enfrentarán de vez en cuando a la incomprensión o irritación ajena, pero sin duda viven más tranquilas y en coherencia con lo que sienten y son.

Lleva la vida que tú quieras

Se trata de tener claro cómo es la vida que deseamos llevar y obrar en consecuencia. Según el célebre conferenciante Anthony Robbins, para amarnos tenemos que ser más exigentes:

"Cuando desees sinceramente hacer un cambio, lo primero que tienes que hacer es elevar tu nivel de exigencia. Cuando la gente me pregunta qué cambió mi vida hace ocho años, les digo que lo más importante fue cambiar lo que exigía de mí mismo. Escribí todas las cosas que no aceptaría más en mi vida, todas las cosas que ya no toleraría y todas las cosas a las que yo aspiraba."

Habrá personas de nuestro entorno que no aceptarán esa revolución. Pueden llamarnos egoístas –sabemos que hay una acepción positiva para ese término– o señalarnos que "hemos cambiado". Esto último, en la escuela del amor por uno mismo, es un motivo de orgullo y celebración. Significa que hemos aprendido a cuidarnos para, desde la plenitud, cuidar mejor de los demás.

Empeiza con estas 5 dosis de autoestima

Para quererte más debes introducir cambios en tu vida. Te propongo algunos muy sencillos y cotidianos:

  1. Cuando te levantes por la mañana, no te obceques con tu aspecto. Es normal estar pálido, despeinado y ojeroso.
  2. Vístete con ropa cómoda que te defina, en lugar de "arreglarte" para los demás.
  3. Elimina de tu vocabulario frases como "soy tonto".
  4. Felicítate cada vez que hagas algo bien.
  5. Haz una lista de tus logros, por pequeños que sean, al final de cada día.