La salud del corazón es fundamental para una buena salud general. Este músculo del tamaño de un puño es responsable de bombear sangre alrededor del cuerpo que lleva el oxígeno y los nutrientes esenciales para llevar a cabo todas las funciones del organismo.

En ocasiones, la membrana que recubre el corazón puede inflamarse, dando lugar a una pericarditis. Te explicamos por qué ocurre, lo síntomas de la pericarditis y cómo es el tratamiento para esta alteración.

¿Qué es el pericardio y cuál es su función?

El corazón está rodeado por una membrana denominada pericardio, como un saquito lleno de líquido, que protege y sostiene el corazón en su sitio y lo separa de los órganos y estructuras vecinos.

El pericardio está formado por:

  • El pericardio fibroso, una capa externa muy resistente y dura, que mantiene el corazón en su lugar dentro del tórax, lo protege de la inflamación y actúa como barrera frente a las infecciones. También evita que el corazón se estire y se llene de demasiada sangre.
  • El pericardio seroso, una capa interna más delgada y suave, formada por dos membranas.

Estas dos capas están separadas por una pequeña cantidad de líquido (líquido pericárdico) que funciona como lubricante. Este líquido impide que los tejidos se rocen cuando el corazón se mueve y permite que el corazón resbale y fluya al latir.

Pericarditis: qué es y por qué ocurre

La pericarditis es la inflamación e irritación del pericardio, la membrana que envuelve el corazón, y suele afectar más a hombres de entre 20 y 50 años.

La pericarditis puede tener diversas causas y a veces se desconoce cuál es el origen. Lo más frecuente es que se deba a una infección vírica (como un resfriado, la Covid-19...) o a enfermedades autoinmunes (como el lupus o la artritis reumatoide). Otras causas incluyen:

  • Infecciones bacterianas, tuberculosas o por hongos.
  • Haber sufrido un infarto de miocardio.
  • Enfermedades metabólicas (como la gota).
  • Cáncer(leucemia, cáncer de mama o de pulmón…)
  • Enfermedades intestinales inflamatorias (como la enfermedad de Crohn).
  • Un traumatismo torácico, el esófago o el corazón o haberse sometido a una cirugía cardiaca.
  • Disección aórtica o aneurisma roto.
  • Radioterapia.
  • Uso de algunos medicamentos.

Cuando la pericarditis dura más de tres meses se considera crónica.

Pericarditis: síntomas

El síntoma más habitual de una pericarditis es un dolor continuo y punzante en el centro del pecho o en la zona donde está ubicado el corazón (es decir, ligeramente a la izquierda), que a menudo se extiende hacia el cuello y el hombro izquierdo. Puede ser más intenso al estar tumbado boca arriba, al toser, al tragar o al respirar profundamente, y mejorar al estar sentado o al inclinarte hacia delante. En algunos casos menos frecuentes, puede haber un dolor opresivo que se extiende al brazo izquierdo.

Otros signos que pueden alertarte de una pericarditis son:

El médico, al auscultar el corazón con un estetoscopio, oirá un sonido característico parecido roce (conocido como roce pericárdico) que se produce cuando las dos capas del pericardio rozan entre sí. También se observarán cambios en el electrocardiograma y, en algunos casos, la inflamación del pericardio puede verse en una radiografía de tórax (si hay derrame pericárdico).

Pericarditis: tratamiento

El tratamiento de la pericarditis dependerá de qué la haya causado.

Suele ser una afección leve que desaparece por sí sola sin tratamiento, aunque en algunos casos puede requerir el uso de antiinflamatorios o, si es por una infección bacteriana, antibióticos.

Sea como sea, el reposo es esencial para la recuperación de una pericarditis.

En algunos casos, como consecuencia de la inflamación se acumula demasiado líquido entre las dos capas del pericardio, algo que puede provocar un derrame pericárdico y acabar afectando al correcto funcionamiento del corazón.

El líquido acumulado en el pericardio ejerce presión sobre el corazón y puede afectar a su capacidad de bombear la sangre. Una presión demasiado alta puede llevar a lo que se conoce como taponamiento cardiaco, que requiere tratamiento de urgencia porque puede poner en riesgo la vida. En estos casos puede ser necesaria la cirugía.