El cerebro tiene dos grandes misiones: controlar el funcionamiento del cuerpo, y crear y mantener la facultad de pensar, sentir y actuar, todo ello con la finalidad última de la supervivencia.

Pero su desarrollo, mantenimiento y funcionamiento dependen en gran medida de lo que comemos, y a su vez nuestra conducta alimentaria y cómo nos sentimos se ven influidos por su actividad.

Que la dieta incide sobre la conducta y el estado de ánimo es una creencia humana muy antigua, pero el desarrollo de la ciencia ha permitido entender mejor este impacto.

Hoy se conocen, por ejemplo, los devastadores efectos de las deficiencias nutricionales en el desarrollo cerebral de los niños o que las deficiencias en determinados nutrientes pueden alterar procesos psicológicos básicos como la memoria y el aprendizaje.

Se ha demostrado por otro lado que la alimentación, al ser una pieza clave de la arquitectura y la dinámica del cerebro, puede influir en las motivaciones, emociones y formas de interpretar la realidad.

También se sabe que el chocolate, el café o las bebidas alcohólicas contienen sustancias psicoactivas que modifican la conducta; que los horarios y dinámicas de la dieta repercuten en el funcionamiento cerebral y el estado de ánimo; o que distintos contaminantes ambientales pueden afectar al cerebro y la conducta.

Potenciar la serotonina depende de la alimentación

En los últimos tiempos ha despertado gran interés la relación del triptófano –un aminoácido– con la formación deserotonina, un neurotransmisor implicado en el control del sueño, estado de ánimo, sensibilidad dolorosa y apetito por los carbohidratos.

La velocidad de formación de serotonina en el cerebro parece depender de la concentración de triptófano en la sangre, algo en lo que hasta cierto punto se puede influir con la dieta.

Así, dietas ricas en triptófano y carbohidratos, y pobres en aminoácidos competidores del triptófano pueden favorecer la síntesis de serotonina.

Con todo lo que se sabe y lo que queda por saber, parece que a la vieja frase de "somos lo que comemos" se le podría añadir hasta cierto punto que, en buena medida, también sentimos como comemos.

¿Qué dieta conviene más al cerebro?

Lo que más le conviene al cerebro es una alimentación saludable que aporte de manera estable y progresiva la energía necesaria y que cubra las recomendaciones diarias de los diferentes nutrientes.

No se trata de una dieta especial: se ha dicho que todo lo que le hace bien al corazón le hace bien al cerebro, y es una lógica extensible a todo el organismo.

¿Al cerebro le afecta comer "mal"?

En general, sí. Diferentes deficiencias y excesos se encuentran detrás de la mayoría de investigaciones que asocian alteraciones de la conducta y alimentación.

Conviene una alimentación saludable que procure al organismo todo lo que necesita, evite así la aparición de problemas y le permita desarrollar sus potencialidades.

¿Magnesio y estrés guardan relación?

El estrés puede causar un déficit de magnesio a través de mecanismos neurohormonales y, a su vez, la falta de magnesio favorece una hipersensibilidad al estrés incluso en casos de déficit marginal crónico: un círculo vicioso que conviene cortocircuitar.

¿Cómo afecta al ánimo tomar azúcar?

El azúcar estimula la secreción de insulina, que causa hipoglucemia. Esto induce a las glándulas suprarrenales a segregar cortisol, adrenalina y noradrenalina, y hace que el cerebro segregue glutamato.

Todo ello favorece un comportamiento hiperactivo.

En ocasiones, también se han observado conductas agresivas en personas que abusan del azúcar.

¿Causa problemas la falta de vitaminas B?

Sí, y se conocen desde hace tiempo: problemas cognitivos como trastornos de memoria, confusión y disminución de concentración, y problemas emocionales como irritabilidad y depresión.

Una dieta rica, variada, con productos integrales y escasa presencia de productos refinados es un buen recurso para prevenirlos.

¿Qué impacto tiene el déficit de selenio?

La función del selenio y otros microelementos se conoce desde hace solo unas décadas.

Nuevos estudios han demostrado que desempeña un papel importante en el cerebro y que su carencia resulta muy perjudicial, pues se asocia comúnmente con depresión y periodos de confusión.

¿Influye el hierro en la conducta?

Su deficiencia, sí. Es una de las más frecuentes y la anemia su consecuencia más conocida. Pero en realidad afecta a la conducta de forma muy tardía.

Se han descrito muchos síntomas asociados a esta deficiencia en ausencia de anemia, como apatía, irritabilidad, disminución de la atención e incapacidad de concentrarse.

¿Comer chocolate eleva el ánimo?

El cacao contiene teobromina y cafeína, ambos estimulantes. También anandamida, que se une a los mismos receptores cerebrales que el principio activo de la marihuana.

Todo ello quizás explique por qué resulta tan gratificante para muchas personas.

¿El cerebro necesita grasas omega-3?

Sí. Las dietas deficitarias afectan a su estructura y funcionamiento, aprendizaje y conducta, y se han relacionado con la depresión y el declive cognitivo con la edad. Parecen influir en la prevención del estrés y el Alzheimer.

¿Existen menús para ser todavía "mejor"?

Una vez ya se sigue una alimentación equilibrada, es difícil mejorar procesos psicológicos y el estado de ánimo. Más allá de eso, no parece haber una dieta ideal o "milagro".

Pero a veces se proponen dietas restrictivas vinculadas a cierta filosofía vital que ayudan a sentirse mejor de entrada, si bien el efecto puede diluirse después.