No se trata de buscar la «media naranja», sino de reconocerse como naranja entera. Las personas que se sienten completas consigo mismas (en compañía o en soledad) tienen mejores vínculos con los demás y, al estar libres de dependencia, pueden construir una relación de pareja más madura y satisfactoria.

Desde hace siglos que arrastramos el prejuicio de que la soledad es una anomalía y fuente de infelicidad. El protagonista de Qué bello es vivir, a punto de suicidarse, tiene por ejemplo esta visión: uno de los horrores de lo que habría sido su pueblo sin él es que su actual esposa sería una bibliotecaria solterona y amargada.

disfrutar de nosotros mismos: un reto

Todavía hoy, cuando muchos singles solteros» en inglés) se jactan de serlo, hay personas que son vistas con lástima por no tener pareja. En esa mirada subyace esta idea: «alguna tara debe de tener si no ha encontrado a nadie o las relaciones no le duran». Sin embargo, además de simplista, esta visión está a menudo equivocada, pues mucha gente mantiene una pareja que le hace infeliz por miedo a la soledad.

Hace casi cuatro siglos, Blaise Pascal ya decía que «la infelicidad del ser humano se basa en una única cosa: ser incapaz de quedarse quieto en su habitación». Con ello el matemático y filósofo francés se refería, en esencia, a ser capaz de estar solo sin el ruido de la interacción social u otras distracciones.

¿Por qué nos da miedo estar con la persona más importante de nuestra vida? ¿Hay remedio para liberarnos de esa fobia y empezar a disfrutar de uno mismo?

El arte de estar solo y sentirte completo, disfrutando de cada placer de la vida es lo que la psicóloga Nika Vázquez ha acuñado como «solosofía», la nueva palabra que da título a su último libro. Ser un solósofo o solósofa no equivale a ser single, ya que gozar del tiempo libre sin nadie más que uno mismo no depende de estar o no con pareja. Se puede ser perfectamente feliz combinando ambos ámbitos, haciendo unas cosas para uno y otras en compañía.

Gozar de la soledad estando en pareja

Como dice el psicólogo Antoni Bolinches, «el secreto de un buen matrimonio es casarte con el otro sin divorciarte de ti mismo». Esto último hace referencia a renunciar a las propias prioridades o gustos por contentar al otro, o bien a aceptar cosas que no haríamos, si dependiera solo de nosotros.

De hecho, este divorcio con uno mismo viene con frecuencia de la idea absurda de que hay que hacerlo todo juntos –nos guste o no–, cuando la mayoría de los psicólogos y terapeutas coinciden en que el bienestar de una pareja depende de que cada parte mantenga su jardín secreto.

Para la salud del vínculo, es importante que cada cual se dedique tiempo en exclusiva para conocerse, realizarse y volver a la relación con cosas para aportar y compartir. No tiene que incomodarte que el otro haga una escapada en solitario mientras trabajas, o que lea un libro mientras tú ves tu serie favorita. Se trata de poder ser auténtico dentro y fuera de la relación. Pero para ello hay que recordar a Oscar Wilde: «Amarse a uno mismo es el comienzo de un romance de por vida».

Cómo disfrutar de la soledad

Estar solo no es lo mismo que sentirse solo. «En inglés hay una importante diferenciación entre dos conceptos: loneliness y solitude», apunta la autora de Solosofía. «El primero hace referencia a la soledad no deseada, a la carencia y la tristeza. El segundo es un estado elegido porque quieres ser dueño de tu tiempo y espacio, dando prioridad a la creatividad y a la libre interacción con los demás».

Cicerón aseguraba que nunca se sentía menos solo que cuando estaba solo. Liberados de miedos y prejuicios, podemos vivir momentos sublimes como solósofos. Algunos de los más comunes:

  • Lectura. Si acertamos el libro, esos momentos de serenidad, surfeando por las páginas, son difícilmente comparables a ningún otro placer. Con la ventaja de que luego podemos compartir lo aprendido –o el mismo libro– con las personas que queremos y degustarlo, por segunda vez, en compañía.
  • Viajes. Los viajeros empedernidos señalan que, muchas veces, sus aventuras más memorables las han vivido en solitario. Y es que viajar solo tiene ventajas como poder improvisar más, relacionarse mejor con otros viajeros, o reforzar tu autoestima al valerte por ti mismo y descubrir cosas de ti.
  • Meditación. No engloba solo la práctica introspectiva que se realiza sentado. También puedes meditar mientras paseas por el campo, o al realizar las tareas de la casa, como hacen los monjes zen.
  • Actividades creativas. Pasar horas ante un lienzo o lámina, plasmando lo que alumbra tu mente. Tocar un instrumento, y componer incluso una canción. Escribir un cuento, tus memorias, lo que se te ocurra. Todo ello son cosas que realizas solo contigo, pero sin sentirte solo. Al contrario, el arte procura un sentimiento de profunda conexión con uno mismo.

Conectar con uno mismo

Esta conexión con uno mismo es algo que a veces no sentimos estando con otras personas. Tal como comenta Nika Vázquez en su libro: «En innumerables ocasiones hemos vivido la sensación de estar rodeados de gente y sentirnos solos. Es probable incluso haber sentido la necesidad de querer irnos de ese lugar, pues algo nos está atrapando por dentro, un malestar que nos resulta difícil definir (...) En cambio, has estado en situaciones donde no tenías a nadie a tu lado, momentos en los que no has conectado durante horas con nadie, ni física ni virtualmente. Y, sin embargo, no te sentías en soledad. (…) La conexión es la respuesta a esta sensación de compañía o de soledad tan amarga que sentimos en ocasiones, rodeados de gente. Cuando hablamos de conexión me refiero a la sensación de estar en armonía contigo mismo, por un lado, y con el entorno, por otro lado». Esa conexión, además de nutrirnos, nos permite sintonizar con la gratitud.

«Maestro, soy infeliz porque estoy solo», se cuenta que le confesó un hombre a Chuang Tzu, el célebre filósofo taoísta. «Y con quién vives», le preguntó el sabio. «Con nadie… No tengo mujer ni tampoco familia. ¡Por eso te digo que estoy solo!». Ahí Chuang Tzu le corrigió: «Vives contigo mismo. ¿Qué mejor compañía podrías tener?». Y entonces, cuando el caminante le rogó que le mostrara el camino del Tao para salir de su soledad y tristeza, el maestro sonrió: «Tienes todo lo que necesitas, eres ya completamente feliz. Solo tienes que darte cuenta».

SOledad, un medio para autoconocerse

«Siempre supe hacerme compañía», declaró Charles Bukowski. Este escritor fue fiel defensor de la soledad como medio para conocerse a uno mismo y desarrollarse como persona. «Conformarse con cualquiera con tal de no estar solo… Si tuviera que explicar con palabras la infelicidad, lo haría así».

El «menos es más» forma ya parte de la cultura popular, pero suele aplicarse a objetos y gastos. Las relaciones cuestan tiempo y también conviene ser selectivo con ellas. ¿De qué sirve mantener el contacto con una treintena de personas si solo nos sentimos realmente a gusto con tres o cuatro? ¿Por qué no invertir nuestro tiempo en esa élite?

Un principio elemental de la solosofía es que cada cual debe decidir cuándo socializa o se retira «a sus cuarteles de invierno». Es un error acceder a ir a una reunión social, cuando el cuerpo te pide lo contrario, solo por miedo a que los demás se disgusten. No lo pasarás bien, ni los demás contigo.

Decía el filósofo Schopenhauer: «Solo se puede ser totalmente uno mismo mientras se está solo: quien no ama la soledad, tampoco ama la libertad; pues únicamente si se está solo se es libre». Piensa en la libertad que te procura no estar con nadie, sin compromisos ni expectativas. ¿Qué es lo que deseas hacer en ese momento para ti?