Los metales pesados son elementos químicos naturales que encontramos en nuestro entorno. Hoy en día, estos metales han cobrado relevancia en el debate sobre la salud de los seres vivos por su relación directa con esta. Debemos tener en cuenta que existen algunos metales que son necesarios para el buen funcionamiento de nuestro metabolismo, y otros, en cambio, que no lo son. Estos últimos son los que conllevarán un riesgo potencial para nuestra salud. Algunos síntomas pueden alertar de que estamos acumulando estos metales. ¿Qué hacer ante ello? La Dra. Sandra Pereyra, especialista en odontología ambiental, nos lo cuenta en este artículo.

Descubre en este vídeo el alimento que sirve para desintoxicarte del plomo:

¿Qué son los oligoelementos o metales esenciales?

Los oligoelementos o metales esenciales, en cantidades precisas, son imprescindibles para el buen funcionamiento del organismo. Entre ellos encontramos, por ejemplo, el cobalto, el litio, el silicio, el cromo y el hierro. Actúan en el metabolismo como agentes enzimáticos u hormonales y estabilizadores de los ácidos nucleicos, y son relevantes en todos los procesos de la vida, desde el crecimiento, el embarazo o la lactancia hasta el envejecimiento de las personas. Además, son clave para combatir enfermedades, pues intervienen en nuestro sistema inmunitario. Su deficiencia o exceso puede conducir a problemas en el organismo.

Síntomas de la acumulación de metales pesados dañinos

Por otro lado, existen otros metales que casi no forman parte de nuestro cuerpo, por lo que rápidamente se convierten en dañinos y pueden generar considerables desequilibrios en nuestra homeostasis, como el plomo, el cadmio, el aluminio o el arsénico, entre otros.

Los síntomas más comunes que podemos experimentar tras una acumulación de metales pesados en nuestro cuerpo son sobre todo disfunciones cognitivas y motoras. Suelen aparecen:

  • Dificultades respiratorias.
  • Dolores abdominales.
  • Ardores.
  • Colitis.
  • Náuseas.
  • Urticaria en la piel.
  • Escalofríos.
  • Hormigueos y temblores.
  • Retraso en el desarrollo.
  • Disfunciones renales.
  • Pérdida de memoria.
  • Fatiga en general.

Nuestro cuerpo intenta continuamente eliminar las toxinas mediante sus diferentes sistemas de expulsión, a través de órganos como el hígado, el pulmón, el riñón y la piel. Ahora bien, todos los metales acaban pasando por el intestino en el proceso de excreción, lo que puede afectar a la microbiota y la mucosa intestinal. Esto podría derivar en un síndrome del intestino permeable: la inflamación intestinal incrementa el tamaño de los poros intercelulares, permitiendo el paso de microorganismos patógenos, antígenos y otros tóxicos que aumentan el nivel de intoxicación y reacciones inmunitarias, un círculo que se retroalimenta sin final.

por qué acumulas metales pesados

Los metales se encuentran en todas las capas de la tierra. El hombre, con la actividad industrial y minera, ha ido extrayendo cada vez más metales de las capas más profundas. Una vez estos metales son liberados, pueden permanecer en el ambiente cientos de años por su difícil degradación.

Podemos decir que, actualmente, todos los seres vivos comemos, bebemos y respiramos estas moléculas que quedan suspendidas en el aire, adheridas en los suelos, los ríos y los mares, y retenidas sobre todo en los tejidos orgánicos de plantas y animales por su naturaleza lipófila y su tendencia a bioacumularse. El ser humano, por ser el último de la cadena alimentaria, absorbe una considerable cantidad de todos esos metales que se han depositado a lo largo de los diferentes niveles de la cadena trófica.

Por otro lado, hoy por hoy, la contaminación que ha supuesto la industrialización y otras actividades relacionadas con la evolución de la sociedad han favorecido una contaminación mayor de estas moléculas en diferentes productos de uso común, como por ejemplo:

  • Fertilizantes e insecticidas, que son absorbidos directamente por los alimentos.
  • Materiales de construcción, como cañerías antiguas, por donde pasa el agua que utilizamos en nuestra casa; o en la pintura que usamos en nuestras paredes.
  • Productos de higiene, como cremas, jabones y bronceadores, que pueden llevar arsénico.
  • Utensilios de cocina, en los que abunda el aluminio o el plomo en las ollas esmaltadas antiguas.
  • Amalgamas o empastes dentales, que pueden llevar mercurio y convivimos con ellas toda la vida. También se puede encontrar mercurio en algunas bombillas.

Pruebas para detectar la acumulación de metales pesados

El control de la exposición a los metales pesados se puede valorar en muestras biológicas como sangre, saliva, orina y cabellos. Las dos primeras nos indican una exposición reciente, mientras que la orina y cabello reflejan una exposición crónica.

Hay que diferenciar una alergia en la que está comprometido el sistema inmunitario, de la propia toxicidad de la sustancia por sí misma. El test Melisa distingue este tipo de problemas. En estos casos, pequeñas cantidades de metales pueden provocar una reacción inmunológica.

Efectos de los metales pesados en el organismo

La acumulación de metales pesados en el organismo, junto con otras toxinas, causa la degradación del terreno biológico, el medio donde vive la célula.

  • Afectan a la actividad celular. Según la concentración y el nivel de sobrecarga del terreno, la actividad celular se ve afectada o se interrumpe por completo, causando de esta manera daños irreversibles en las células, en los tejidos de nuestro cuerpo, lo que puede iniciar procesos inflamatorios o cancerosos o derivar en diferentes enfermedades.
  • Inactivan proteínas. Las moléculas de los metales pesados también forman enlaces entre el metal y los diferentes grupos funcionales de las proteínas, produciendo una inactivación de estas.
  • Neurotóxicos. Son considerados neurotóxicos por su afinidad con el sistema nervioso. Afectan en general a su desarrollo, ya que en su camino destruyen funciones vitales de las neuronas, como, por ejemplo, la respiración celular o el sistema de transporte nutritivo de las mismas.
  • Biopersistentes. Los metales tienen muy poca vida media en sangre, por lo que, si no han sido eliminados por su gran densidad y dificultad, pasan a ser almacenados en los tejidos. El cerebro, por su contenido graso, es uno de los principales órganos afectados por estos metales.
  • Genotoxinas. También son considerados genotoxinas, es decir, son capaces de interactuar con el material genético de los organismos alterándolo y produciendo mutaciones.

El cuerpo intenta constantemente adaptarse al ambiente dinámico que le rodea mediante una serie de mecanismos complejos. No obstante, las múltiples exposiciones tóxicas van contribuyendo a romper la homeostasis y minar la autorregulación que permite equilibrar y reparar los efectos de los diferentes agentes tóxicos.

También hay que considerar que la respuesta del organismo no es ilimitada, ni todas las personas tienen el mismo nivel de tolerancia o de autorregulación. Por todo ello, hay que valorar la susceptibilidad individual, como la predisposición genética, el estado emocional y físico o el nivel de exposición a sustancias lesivas de cada uno de nosotros.

Apostar por la salutogénesis es dirigirnos hacia la prevención frente a la creciente pero inadvertida exposición a estos tóxicos. Procurar tener un mejor estilo de vida y mejorar nuestros hábitos, también para reducir nuestra exposición a los metales pesados, es la herramienta más poderosa para combatir estas nuevas condiciones que nos plantea el desarrollo de la vida. Tomar conciencia de nuestra salud valorando la calidad de nuestro sueño, el ritmo de vida que llevamos, nuestra alimentación, los cosméticos y productos de higiene que utilizamos, nuestro entorno... nos permite fortalecer nuestras fuerzas autocurativas para un estado superior de salud integral.

Claves para tratar la acumulación de metales pesados

  • Control ambiental: Evitar al máximo la exposición frente a estas moléculas es la vía más importante para prevenir los efectos derivados de la exposición a metales pesados. Por suerte, cada vez más aparecen opciones más saludables en el mercado y también se va regulando el empleo de estos tóxicos en los diferentes productos de consumo.
  • Quelantes: Son sustancias también conocidas como antagonistas de metales pesados y actúan uniéndose a los átomos metálicos y facilitando su posterior excreción. El uso médico de estas sustancias es frecuente para tratar los casos de intoxicaciones de metales. Se utilizan, por ejemplo, el ácido etilendiaminotetraacético o el dimercrapol.
  • En la dieta: También se pueden tomar alimentos que actúan como agentes quelantes naturales, incorporándolos a la dieta para facilitar la expulsión de metales pesados acumulados en el cuerpo. Son alimentos «quelantes», por ejemplo, la espirulina, el cilantro, la chlorella, el cardo mariano, el jengibre y las vitaminas antioxidantes (A, C y E).
  • Saunas: Para mantener en buen estado nuestros órganos emuntorios y así facilitar la evacuación y expulsión de estas sustancias y otros tóxicos, se aconseja la práctica de sauna seca de infrarrojos, ya que calienta el cuerpo de dentro afuera y el sudor arrastra las partículas no deseadas. Es una actividad interesante, efectiva y al alcance de muchas personas.