¿Por qué algunas personas casi nunca enferman?Pueden coger un ligero resfriado o sufrir un dolor de vez en cuando, pero raramente caen víctimas de una gripe fuerte, una infección digestiva o un lumbago de esos que obligan a pedirse la baja durante unos días, un par de veces al año. Muchas de estas personas se mantienen en perfecto estado de salud hasta una edad muy avanzada sin tomar nunca medicamentos.

A pesar de las décadas de avances científicos, los médicos no consiguen explicar qué se debe hacer para permanecer así de sano. ¿Son los genes o la fortuna las únicas explicaciones?

Resulta tentador atribuirlo a la suerte pero el periodista Gene Stone ha entrevistado a decenas de "sanos constantes" y ha recogido sus secretos. No son nada extraños. De hecho, las fórmulas estrambóticas, como tomar equis pastillas diarias de suplementos o seguir dietas muy minoritarias no parecen tener éxito. Las claves de las personas que apenas enferman están al acceso de cualquiera. Veamos cuáles son.

1. No estresarse

Son multitud los estudios que vinculan el estrés con un funcionamiento ineficaz del sistema inmunitario.

La ansiedad aumenta las probabilidades de sufrir una infección vírica o bacteriana, como mucha gente sabe por experiencia. Los nerviosos e inseguros tienden a encadenar enfermedades leves pero molestas.

Un estudio realizado con el apoyo de la Asociación Americana de Psicología descubrió que el estrés es una de las principales amenazas para la salud de los niños de 8 a 15 años y que puede causarles daños a largo plazo si no aprenden a gestionarlo. Las técnicas de control del estrés son por tanto recomendables.

La solución más simple y eficaz que los niños tienen a su alcance para reducir su estrés es la actividad física: 20 minutos de caminata rápida disminuye las tensiones corporales en un 20%. También les ayuda que el entorno familiar y educativo no los esté sometiendo constantemente a pruebas y que se refuerce su seguridad en sí mismos y su autoestima.

Además el humor es esencial a cualquier edad. Sonrisas y carcajadas provocan la liberación de endorfinas, unas sustancias de función contraria a las hormonas del estrés y que inducen sensaciones de bienestar y placer.

Cada noche, antes de dormir, se debiera valorar si a lo largo del día se ha reído lo suficiente. Si la impresión es que no, no hay mayor prioridad que introducir más sentido del humor en la vida. La actitud es fundamental en este sentido, y ciertamente no es fácil modificarla, pero podemos elegir qué tipo de conversaciones sostener y a qué dar prioridad.

2. Comer menos

Desde que en la década de 1930 se hicieron los primeros experimentos con animales, se sabe que moderar la ingesta de alimentos alarga la vida y reduce la incidencia de las enfermedades. Sin embargo, ha habido siempre una resistencia a aceptar que lo que es cierto en los animales de laboratorio lo sea también para los humanos.

Entre nosotros todavía pesa el prejuicio según el cual la abundancia de alimentos es sinónimo de bienestar. Sin embargo, estudios recientes realizados con personas muestran que una reducción en el consumo de calorías disminuye la incidencia de los problemas de salud relacionados con el envejecimiento, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el Alzheimer.

Los participantes en un estudio que recortaron en un cuarto las raciones que consumían habitualmente bajaron sus tasas de colesterol LDL o "malo", los triglicéridos y la presión arterial. Son buenos argumentos para reducir la cantidad de calorías que aporta la dieta, pero hay que hacerlo con cuidado de no pasarse.

Se puede empezar reduciendo la presencia de azúcar (en el café o las infusiones y a través de los cereales del desayuno, los refrescos y los dulces), así como de productos elaborados con harinas blancas y grasas.

3. Hacerse amigo de las bacterias

Quizá quienes no enferman no lo sepan, pero lo hacen. No es que no cuiden su higiene, sino todo lo contrario. Más exactamente, la higiene interior, que depende del equilibrio entre poblaciones de bacterias para que no se multipliquen las problemáticas, productoras de toxinas.

Aún se sabe muy poco sobre cómo actuar para que la flora intestinal tenga la composición correcta, pero los expertos sugieren algunas normas de comportamiento: no consumir medicamentos antibióticos cuando no es estrictamente necesario y consumir alimentos que aportan bacterias beneficiosas o favorecen su multiplicación, como los yogures y las frutas y hortalizas ricas en fibra.

Una flora intestinal en buen estado implica que se maximiza la absorción de nutrientes, se eliminan toxinas y no se permite el paso a microorganismos patógenos.

Asimismo es importante que el sistema inmunitario pueda ejercitarsecon las bacterias que se encuentran normalmente en el entorno, sobre todo en la tierra. Diversos estudios muestran que las personas que viven en granjas tienen un sistema inmunitario más equilibrado, menos propenso a las alergias y a las infecciones repetidas que los habitantes de las ciudades.

Para que la convivencia entre el cuerpo y los microorganismos que nos rodean sea armónica conviene frecuentar el campo, trabajar con la tierra y no utilizar detergentes domésticos ni cosméticos con ingredientes antibióticos como el triclosán.

Un hallazgo de la Universidad de California (Estados Unidos) muestra la importante función que desempeñan las bacterias: cuantas más se encuentran en la piel, menores son los síntomas de inflamación.

4. Decantarse por remedios más naturales

Si se acude a la consulta del médico al menor síntoma de enfermedad común, como un resfriado, probablemente se saldrá con un antiálgico, un antitérmico y un expectorante. Incluso puede recetar un antihistamínico y, finalmente, un antibiótico. Todo para combatir un proceso que el organismo sabe superar por sí mismo.

Tanto medicamento no solo supone un gasto económico innecesario, sino que dificulta la respuesta inmunitaria.

Es sabido que la fiebre elimina virus y bacterias o que la tos expulsa la mucosidad. Los medicamentos solo son necesarios cuando aparecen complicaciones. Para evitarlas, se pueden tomar plantas medicinales y alimentos que apoyan la respuesta natural del organismo.

El tomillo, la equinácea, el eucalipto, el saúco, la cebolla o el ajoson algunos de los más populares y eficaces contra las infecciones respiratorias. Otras plantas se pueden tomar preventivamente, como el té verde, que es un potente antioxidante y además activa el metabolismo y modula suavemente el estado de ánimo.

Por otra parte, las personas que se mantienen sanas, no solo prefieren los medios naturales para cuidarse, sino que carecen de hábitos tóxicos como fumar o tomar más de un café.

5. Cuidar a los amigos

Podemos creer que las sustancias protectoras que ingerimos deben tener el mayor efecto, pero la realidad es que no se ha demostrado que exista nada mejor para el bienestar que sentirse parte de una comunidad afectiva.

Está científicamente demostrado:

  • Expertos como el doctor Andrew Weil, que han investigado por qué los habitantes del archipiélago de Okinawa (Japón) viven más años y enferman menos, han concluido que tan importante como la dieta son los fuertes lazos familiares de las familias japonesas y la solidaridad práctica entre vecinos, que acostumbran a cuidarse y hacerse favores.
  • Expertos de la Universidad de Harvard han hallado que las personas con lazos fuertes de amistad poseen sistemas inmunitarios robustos, no suelen sucumbir a enfermedades infecciosas y están más protegidas frente a la pérdida de memoria y otros desórdenes cognitivos.
  • Otro trabajo realizado en Suecia en 1993 demostró que los trabajadores sometidos a estrés, pero que disfrutaban de apoyo social, sufrían menos enfermedades cardiovasculares que sus compañeros.
  • Un ensayo realizado en Estados Unidos hallaba una relación proporcional directa entre el número de amigos y la enfermedad cardiaca, la depresión y la ansiedad.
  • En este país se polemiza actualmente sobre por qué los latinos están más sanos que los anglosajones. Ya se habla de la "paradoja hispana", pues tienen menos ingresos, disponen de seguros médicos incompletos y sin embargo sus tasas de enfermedad y mortalidad son menores. Algunos expertos creen que su secreto está en la dieta y sobre todo en las fuertes redes de apoyo social.

Todos los argumentos científicos empequeñecen al lado de las sensaciones que quedan después de un encuentro feliz con los amigos, o tras ayudar o haber sido ayudado.

6. Mantener un buen pH

No se trata solo del pH de la piel. El organismo entero está sometido a la misma necesidad de equilibrio.

Las consecuencias de un exceso de acidez fueron explicadas por el premio Nobel Otto Warburg en la década de 1920: un medio interior ácido favorece el crecimiento de células dañinas y dificulta los mecanismos de autorreparación del cuerpo.

Hoy sus ideas reviven a la luz de nuevos hallazgos, como la relación entre la acidificación de la sangre, debida a ácido láctico, y el desarrollo de tumores.

La dieta alcalina que corrige la acidez se basa en alimentos vegetales. Entre los más alcalinizantes se encuentran el melón, la sandía, la manzana, la nectarina, la naranja, la piña, las pasas, el pepino, el aguacate, los dátiles, el brécol, la zanahoria, la col, la berenjena, las verduras de hoja, la judía verde y los espárragos. También es importante controlar la ingesta de azúcares y los niveles de glucosa en la sangre.

7. Depurarse a menudo

Realizar curas depurativas es una costumbre extendida entre los seguidores de las terapias naturales. Quienes han hecho alguna suelen repetir cada año, o incluso dos o tres veces al año, debido a los beneficios que observan.

Las curas depurativas son hoy más necesarias que nunca. Las sustancias contaminantes se acumulan en el cuerpo y alteran sus procesos fisiológicos.

Los síntomas de que puede convenir un tratamiento desintoxicante son un cansancio inexplicable, dolores musculares o un estado de ánimo decaído.

Existe una variedad de dietas y técnicas depurativas. En la mayoría se reduce la ingesta de alimentos calóricos y proteínicos, y se aconseja tomar frutas, zumos e infusiones durante varios días. También se eliminan toxinas en la sauna o tomando baños de sales.

Algunas curas depurativas pueden ser exigentes con el organismo, por lo que siempre es conveniente informarse de las precauciones que cabe tomar y, si es posible, llevarlas a cabo bajo la supervisión de un médico, sobre todo si se sufre alguna enfermedad crónica.

8. Espolvorear levadura de cerveza sobre la comida

Quizá no tomen esta medida concreta todas las personas resistentes a las enfermedades, pero seguramente obtienen a través de los alimentos dosis sobradas de vitaminas del grupo B.

Sin ellas, el organismo no puede metabolizar bien los hidratos de carbono, las grasas ni las proteínas. También son imprescindibles para el funcionamiento de las células nerviosas, las hormonas y sobre todo el sistema inmunitario. Las vitaminas del grupo B participan en la formación de anticuerpos y de glóbulos blancos, que son la primera barrera ante virus y bacterias.

Las personas que llevan una vida agitada necesitan cuidar especialmente el aporte de vitaminas del grupo B pues se agotan con la ansiedad.

Se hallan, en distintas proporciones en legumbres, cereales integrales y frutos secos, pero solo una cucharada de levadura de cerveza asegura la dosis diaria de la mayoría de estos nutrientes, a excepción de la vitamina B12, que se encuentra en dosis significativas únicamente en los alimentos de origen animal.

Se puede esparcir sobre platos de pasta, cocidos, verduras, ensaladas, cereales o sopas (combina muy bien con las de tomate). También se puede añadir a las masas para hacer galletas o bollos.

9. Dormir y descansar bien

La deficiencia de sueño tiene los mismos efectos o peores que el estrés, pero en general se está mucho menos dispuesto a reconocer que se padece el problema. Parece que siempre hay algo más interesante que hacer que dormir.

El cuerpo agotado incrementa la producción de la hormona cortisol, que produce la sensación de disponer de energía, pero al precio de que no se llevan a cabo correctamente todos los procesos de autorreparación. Con el tiempo esta carencia favorece el desarrollo de diferentes enfermedades.

No solo es importante dormir durante las suficientes horas, también lo es que el sueño sea de calidad. De hecho, no hay un número de horas mínimo, aunque se suele hablar de siete. La señal de que se ha dormido el tiempo adecuado y profundamente es despertarse descansado y con energía para empezar la jornada.

Un estudio de la Universidad de California ha demostrado que la falta de descanso disminuye la eficacia del sistema inmunitario.

Para preparar un buen sueño hay que ir descendiendo la actividad y los estímulos a medida que llega la hora de dormir. Si es necesario se puede tomar un baño caliente media hora antes y una infusión de valeriana. Además del sueño hay que cuidar el descanso durante el día: conviene realizar pausas en el trabajo, levantarse y estirar las piernas si se está sentado, hacer respiraciones profundas si se acumula la tensión y, sobre todo, comer sin prisas.

También vale la pena considerar la posibilidad de echarse una siesta a mediodía. Esa media hora de sueño, que cuenta con estudios científicos a su favor, tiene muchos defensores entre las personas más sanas y activas.

10. Mantener la actividad

Las personas que envejecen con salud se caracterizan por ser activas. Se mantienen en forma, física y mentalmente, practicando regularmente algún ejercicio, cultivando sus aficiones o participando en actividades sociales.

Caminar

Yendo de un lado para otro, el sistema músculo- esquelético se fortalece; en cambio, sentado o de pie, sufre. Si un desplazamiento se puede hacer a pie, no hay que pensarlo más. Debe elegirse calzado cómodo para caminar a paso ligero. Según lo que se camine habrá que añadir más o menos sesiones semanales de carrera para fortalecer el corazón y el sistema respiratorio.

Levantar pesos

Las pesas se asocian con el culturismo y un ejercicio esencialmente masculino. Sin embargo, es preciso que los músculos trabajen en ambos sexos y a cualquier edad, sobre todo a partir de los 40. En las series con pesas no importan tanto los kilos que se levantan como las repeticiones y el ritmo, que debe ser lento. Basta con una hora dos o tres veces a la semana. Conviene complementarlas con estiramientos para evitar lesiones.

Activar la curiosidad

Lo que vale para músculos, corazón o pulmones también sirve para el cerebro. No se trata de someterlo a todo tipo de estímulos, sino al contrario, de cultivar intereses personales, con calma, profundidad y placer. Así no solo se crece como persona, sino que se evita la atrofia de la memoria y otras habilidades intelectuales.

Otra manera de mantener activo el cerebro es enfrentarse a pequeños retos y resolverlos por uno mismo si es posible, como arreglar un desperfecto en la casa, montar un enchufe o poner una estantería.

Participar

La participación en actividades con un fin social, ya sea organizar una campaña de solidaridad o montar una fiesta vecinal, permite aplicar la inteligencia constructivamente y fomenta el contacto con gente activa de todas las edades.

La generosidad, hacer algo por y con los demás, genera autoestima y sensación de integración.

Los contactos sociales reducen los efectos perjudiciales del estrés a través de un refuerzo de la respuesta inmunitaria.

11. Buscar el contacto con el entorno natural

El campo se asocia con la salud por muchas razones, como los efectos beneficiosos de los elementos naturales sobre el organismo, la menor presencia de compuestos artificiales o una forma de vivir menos acelerada.

Especialmente en la playa y cerca de los ríos, la proporción de iones negativos en el aire es mayor, lo que se traduce en una sensación de bienestar y menor estrés físico. Los iones positivos, que producen estrés y malestar, son más abundantes en las ciudades y en los espacios interiores dominados por superficies artificiales.

Respetar la luz

Una forma muy beneficiosa para la salud de contacto con la naturaleza consiste en adaptar los ritmos personales a los del sol y la luna, despertándose y sobre todo acostándose más temprano. De este modo no solo se favorece un descanso reparador sino que se restablece el ritmo adecuado en la secreción de hormonas.

Cuidar los materiales

Dentro de casa suele haber más contaminantes que en el exterior. Para reducir su presencia conviene vigilar las emisiones de muebles, alfombras, ambientadores y productos de limpieza. Conviene elegir, siempre que sea posible, materiales y sustancias naturales. Además es importante ventilar a diario todos los espacios de la casa.

Evitar el ruido

El ruido es una fuente muy frecuente de estrés en las ciudades. Afecta de manera clara al sistema nervioso: puede provocar insomnio, irritabilidad y depresión si impide el descanso nocturno. En cambio, los sonidos agradables crean sentimientos de tranquilidad, seguridad y bienestar.

El contacto con la piel

De la misma manera que se cuida la calidad de los alimentos, habría que preocuparse por la ropa y los productos de higiene y cosméticos. Las fibras artificiales irritan la piel y obstaculizan la transpiración.

Los cosméticos contienen sustancias químicas, la mayoría derivadas del petróleo, que no se llevan bien con la piel ni con el organismo. La alternativa son los cosméticos y las prendas de fibras naturales.

12. Las ventajas de una actitud positiva

El estado de ánimo positivo se refleja en la expresión del rostro y, si se realizara un análisis de sangre, también en los niveles de anticuerpos y de secreción de diversas sustancias químicas.

Diversas investigaciones señalan que el optimismo mejora la salud física y mental, y favorece el descenso de los índices de riesgo de enfermedades.

Por ejemplo, un estudio realizado por el Instituto de Salud Mental de Delft (Holanda) indica que las personas optimistas, felices y positivas presentan la mitad de riesgo de morir a causa de un problema cardiovascular.

También influye beneficiosamente en la salud disfrutar de una relación sentimental positiva. Esto se atribuye a que el afecto y la pasión poseen propiedades antiestrés.