Encontrarse hoy día como médicos ante una enfermedad autoinmune supone a la vez un reto –en el que se sienten los límites de nuestro saber– y un modo de abrir los ojos y el corazón a los interrogantes que nos plantean los enfermos, la mayoría de ellos declarados incurables.

Los avances en la inmunología y también en el conocimiento de la psique obligan a plantearse nuevos interrogantes, como por ejemplo: qué significa esa enfermedad, cuál es su finalidad, con qué intención la produce el cuerpo, si al hacerlo este actúa de forma inteligente...

Numerosos compañeros médicos tienen claro su tratamiento con corticoides e inmunosupresores, y acaso no se cuestionen nada, aunque es difícil no sentir impotencia por ejemplo ante un paciente de ELA (esclerosis lateral amiotrófica), que se va quedando paralizado progresivamente sin saber por qué.

Si la policía entrara en nuestra casa y se obstinase en destruir una habitación sería difícil refrenarla. Eso es lo que sucede cuando el sistema inmunitario combate los tejidos corporales como si fuesen una amenaza.

Las notables diferencias entre estas dolencias llevan a estudiar a quien las sufre de forma particular. Cada enfermo presenta una clínica distinta según sus peculiaridades o incluso de las enfermedades asociadas que pueda experimentar.

Algunas, después de una o dos crisis, mejoran espectacularmente, a veces sin tratarlas, y no vuelven a aparecer. Otras, en cambio, evolucionan de forma crónica.

Indagamos entonces dónde reside la causa: si es ambiental, si tiene que ver con el estilo de vida, cuál puede ser la dieta, el ayuno o la planta que más puede ayudar...

Desde el criterio de la medicina naturista me pregunto por la capacidad de autocuración ante estas enfermedades.

Los diferentes tipos de enfermedades autoinmunes

Se llama enfermedades autoinmunes sistémicas a las que se producen cuando los anticuerpos del organismo atacan antígenos no específicos de un órgano.

Se incluye entre ellas:

Existen asimismo síndromes locales de carácter autoinmune. A diferencia de las sistémicas, afectan a un tejido en particular.

Pueden ser de carácter endocrino (diabetes tipo 1, enfermedad de Addison, tiroiditis de Hashimoto...), dermatológico (pénfigo vulgar) o hematológico (anemia hemolítica autoinmune).

Pueden incluirse pues también entre ellas la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn, la enfermedad de Graves, la hepatitis autoinmune, la miastenia gravis, el mixedema primario, las neuropatías, la celiaquía, la uveítis...

No estamos hablando de dolencias minoritarias, todo lo contrario: se calcula que en los países ricos afectan a entre un 3 y un 7% de la población. Como vemos, se trata de enfermedades frecuentes en la actualidad y algunas de ellas bastante graves.

¿Cómo funciona el sistema inmune?

El sistema inmunitario no es solo un sistema de defensa, sino también un sistema de tolerancia que equilibra el organismo entre sí y con el exterior.

Al hablar del sistema inmunitario realizamos una abstracción, pues en la práctica el organismo no conoce sistemas, todo él está relacionado en sí mismo formando una identidad.

Para proteger la cualidad esencial de la vida, que es la identidad, el sistema inmunitario y el neurológico incorporan el ambiente, es decir, algo que no es idéntico a ellos mismos, pero que les permite equilibrar su peculiaridad genética sin menoscabo de su integridad, respondiendo a las variaciones del entorno en el que este ser vivo se mueve.

El sistema inmunitario tiene que discriminar entre los elementos estructurales del organismo y los que vienen de fuera que pueden resultar peligrosos.

La inmunidad y sus tipos

Suelen diferenciarse dos tipos de inmunidad:

  • La inmunidad innata o inespecífica cuenta con mecanismos presentes desde el nacimiento: la barrera protectora cutánea, las secreciones de las glándulas sebáceas y sudoríparas, la lisozima lacrimal, las mucosidades (respiratorias, vaginales...), el jugo gástrico, la flora corporal o los diversos tipos de glóbulos blancos, entre otros elementos.
  • La inmunidad adaptada o específica se desarrolla para actuar contra cada agente microbiano o, mejor, contra un elemento estructural de ellos llamado antígeno, o incluso fragmentos de ese antígeno: las determinantes antigénicas o epitopos. La llegada de un microorganismo a los tejidos puede activar así múltiples reacciones inmunitarias.

También cabe distinguir entre respuesta primaria, cuando el cuerpo toma por primera vez contacto con el antígeno, y secundaria. Gracias a su memoria, este sistema reacciona rápidamente al segundo o tercer contacto.

Esto se consigue a través de las respuestas inmunitarias celular y humoral:

  • La primera se realiza sobre todo a través de los diferentes linfocitos T.
  • La humoral depende de los linfocitos B, que producen moléculas proteicas llamadas anticuerpos. Los anticuerpos se llaman también inmunoglobulinas (Ig), de las que se distinguen cinco grupos, y gammaglobulinas.

Desde la primera época de la vida cada linfocito B se prepara para actuar contra un antígeno específico. Otros linfocitos B se convierten en células memoria para un determinado anticuerpo.

La tolerancia del sistema inmune: ¿cómo fomentarla?

La capacidad de aceptar la presencia de elementos del organismo y algunos que vienen de fuera se llama tolerancia.

Tiene una base genética, pero se desarrolla en contacto con el medio externo. Se establece durante los seis primeros años de vida, durante la maduración del sistema inmune, y sucede en la glándula timo.

El timo y sus células, los linfocitos T4 y T8, entran en contacto con antígenos corporales. Los linfocitos específicos para atacarlos se desactivan por un mecanismo de detección, pero, como no es posible que desaparezcan todos, se generan linfocitos que atacan a los que son potencialmente perjudiciales.

Entre los antígenos propios que los linfocitos reconocen con más facilidad están los antígenos de histocompatibilidad. Si tienen estos mismos antígenos se pueden hacer trasplantes de tejidos. De lo contrario, habrá rechazo.

Para que se dé el mecanismo de tolerancia es preciso que las células presentadoras de los antígenos propios dispongan en su superficie de los antígenos de histocompatibilidad.

Así, los linfocitos T cooperadores reconocerán como propio un antígeno extraño si les es presentado junto a un antígeno histocompatible. Si estos antígenos de histocompatibilidad se modifican, serán atacados por linfocitos T citotóxicos.

Esta tolerancia puede fallar por distintos motivos:

  • Debido a los miles de sustancias tóxicas que hoy forman parte del medio ambiente, incluyendo las de numerosos productos de uso doméstico o laboral.
  • Por exceso de "limpieza", incluyendo el uso generalizado de antibióticos: el sistema inmunitario tiene así muchos menos microorganismos a los que enfrentarse, madura menos y puede encauzar la agresividad hacia el organismo.
  • Por falta de espacio, lo que nos hace menos tolerantes y exacerba los mecanismos de defensa. En El poder curativo de la agresión (Ed. Robinbook), Ruediger Dahlke destaca cómo la autoagresión es común en situaciones de encarcelamiento, estrés y represión de la agresividad exterior. Se observa también en animales que han perdido su libertad o su estatus grupal.

Las enfermedades autoinmunes pueden sobrevenir por un fallo de algún linfocito supresor. Una infección viral o una vacunación también pueden desencadenarlas, cuando se une un antígeno extraño con los propios y el organismo lo ataca al no reconocerlo adecuadamente.

Otro tanto sucede si un antígeno de histocompatibilidad experimenta un desarrollo anormal o si un antígeno extraño tiene semejanzas con los propios.

Las variaciones hormonales, más frecuentes en las mujeres, también influyen. En la enfermedad de Graves-Basedow los anticuerpos imitan la función de las hormonas tiroideas y eso produce hipertiroidismo.

En ocasiones se producen anticuerpos que atacan antígenos diseminados en determinados órganos: en el riñón eso origina la glomerulonefritis, mientras que en las articulaciones da lugar a la artritis reumatoide.

El papel de la médula en el desarrollo de la inmunidad

La médula ósea es la base real y exclusiva de la identidad. Si la sustituimos en un injerto, la identidad sigue estando en la médula. Esto refleja la prioridad filogenética y la supremacía de la médula, su inteligencia es la que determina quién es el extraño.

El mecanismo de defensa de la identidad de la médula es rígido, para impedir intromisiones de células extrañas, pero a la vez de gran plasticidad y flexibilidad, pues adquiere funciones nuevas y se va adaptando.

La capacidad para reconocer sustancias propias o extrañas como no agresivas y no desencadenar producción de anticuerpos contra ellas es adquirida y específica, no es innata.

Se desarrolla pues a lo largo de la vida, sobre todo en los dos primeros años y en el vientre materno. Resulta de gran importancia durante esta época respetar la lactancia materna, y no introducir en el organismo sustancias que estimulen este sistema en exceso o de manera extraña.

En la época fetal, de la médula ósea y el timo partirá la información para eliminar o inactivar aquellos linfocitos con capacidad para reaccionar contra los antígenos del propio cuerpo. También se desarrollarán los linfocitos T8 supresores, encargados de que no se desarrolle una respuesta contra estos antígenos.

Es importante cómo se programan los sistemas neuroendocrino e inmunitario en el momento del nacimiento. Y también saber que se pueden volver a programar a lo largo de la vida: no siempre se es alérgico o se sufre una enfermedad autoinmune. Se puede cambiar.

Factores ambientales, como los ritmos circadianos entre día y noche, ayudan en esta programación, programando los ciclos hormonales y la acción de la médula ósea y a través de ellos, el sistema inmunitario. Se ha observado que las crías animales recién nacidas adquieren ritmos circadianos a través de la leche materna, cualquiera que sea el ciclo de luz-oscuridad.

Terapias naturales para las enfermedades autoinmunes

Los cuidados generales y un estilo de vida saludable son importantes, no solo para cuidar a los enfermos y ayudarles en su enfermedad, sino también para evitar los efectos secundarios de las medicaciones que utilizan y para mejorar su calidad de vida.

En vez de limitarse a tratar estas dolencias con corticoides y medicación inmunosupresora, la medicina naturista intenta entender por qué el cuerpo se comporta de determinada manera; también se esfuerza por respetar el proceso y medicar lo justo o lo menos posible, evitando efectos adversos.

Muchas de estas enfermedades han sido catalogadas de crónicas e incurables, pero en algunas la realidad es bien distinta. Nuestro sistema inmunitario tiene gran plasticidad y puede cambiar a lo largo del tiempo, tendiendo a veces a la curación. Es útil motivarse sabiéndolo.

Conocemos mejor los mecanismos del sistema psico-neuro-endocrino-inmunitario, su relación con el entorno y la psique. Es preciso relacionar lo que sabemos y extraer su utilidad. Así veremos estas enfermedades con nuevos enfoques que nos lleven a la prevención y a la propuesta de nuevos tratamientos.

Además aporta la evidencia de la efectividad que tiene un cambio en el estilo de vida en muchas de estas enfermedades. Así sucede con la eficacia del ayuno, la dieta vegetariana y la hidroterapia en la artritis reumatoide; los cambios en el estilo de vida, el cuidado de la alimentación y el uso justo de la medicación en el lupus eritematoso; o el uso del ayuno y la dieta hipocalórica en la uveítis idiopática.

Las normas higiénicas para prevenir y abordar estas dolencias son:

  • Respetar la lactancia materna en el periodo de formación del sistema inmunitario y de tolerancia. Las recomendaciones son de seis meses de lactancia materna exclusiva, que puede prolongarse hasta los dos años si se complementa progresivamente con otros alimentos. Estos no deberían introducirse antes de tiempo: el desarrollo del niño y su dentición marcan un ritmo determinado para introducir cada uno.
  • Es importante respetar ese proceso y no forzar el aparato digestivo y enzimático del niño. Las vacunas en ese periodo, al introducir moléculas orgánicas directamente en la sangre, sin el filtro que supone el intestino delgado, pueden resultar problemáticas, especialmente si los niños no gozan en esos días de buena salud.
  • Cuidar la alimentación. Suele haber mejoría con dieta vegetariana y ayuno con control médico en la mayoría de las enfermedades autoinmunes, sobre todo en el caso de la artritis reumatoide. También se aconseja en todas ellas averiguar si existe intolerancia a alimentos específicos; en ese caso convendrá no ingerirlos durante algún tiempo para evitar recidivas o crisis.
  • Medio armónico. Hay que protegerse de las modificaciones eléctricas y electromagnéticas, así como respetar los ciclos de luz. Es útil relacionarse con el medio ambiente natural y adaptarse a él. Conviene evitar los climas artificiales: la calefacción o el aire acondicionado excesivos. Y fomentar el contacto con aguas con bacterias positivas y no patógenas.
  • Moderar el estrés. Las agresiones de tipo mental o emotivo agravan las crisis. Cultivar la tolerancia y flexibilidad en todos los aspectos de la vida. Recurrir a alguna técnica relajante, como las del yoga o las del entrenamiento autógeno, contribuye a distanciar las crisis; también practicar al aire libre técnicas como chikung, taichí, euritmia o yoga.
  • Nutrir la flora. Es útil ingerir probióticos que mejoren la flora intestinal y prebióticos que la nutran. Y adaptarse a una gran variedad de fermentados –no solo yogures–, como col fermentada (chucrut), miso, encurtidos, etc. La cura Mayr, a través de la depuración del intestino y la mejora de la función hepática, puede ser de ayuda.
  • Calor. Los baños calientes y la sudoración son útiles.
  • Risoterapia. Norman Cousins, después de curarse de una espondilosis anquilopoyética, desarrolló estudios ya clásicos sobre el efecto fisiológico de la risa y su acción en las enfermedades autoinmunes.
  • Fitoterapia. Hay plantas eficaces para calmar el dolor artrítico asociado a enfermedades autoinmunes como el lupus, la artritis reumatoide o el síndrome de Sjögren.
    • Existen plantas con eficacia inmunomoduladora, como la equinácea, el harpagofito o la calaguala.
    • La cúrcuma disminuye significativamente la tasa de unión de autoanticuerpos del lupus eritematoso sistémico, y además amortigua la acción de las citoquinas proinflamatorias.
    • El extracto de jengibre rojo es un potente supresor de la inflamación aguda y crónica, posiblemente porque disminuye los niveles de prostaglandinas, e inhibe la activación de los macrófagos.
    • Precauciones: son conocidas las crisis de lupus desencadenadas por la toma de alfalfa.

Tratamiento natural de la artritis reumatoide

En la artritis reumatoide el sistema inmunitario ataca el tejido articular, lo que provoca inflamación y dolor.

  • Dieta. Es importante tomar alimentos crudos y sobre todo alimentos ricos en enzimas como perejil, piña y papaya. También alimentos ricos en flavonoides como arándanos, uvas, cerezas, moras, etc. Se han comprobado mejorías al suprimir alimentos alergizantes como trigo, maíz, leche, carnes y solanáceas. El ayuno puede ayudar en momentos de crisis.
  • Plantas. Los helechos (polipodio y leucotomo) regulan los linfocitos T y supresores. Como la cola de caballo, aportan ácido silícico, beneficioso para el tejido conjuntivo. El harpagofito y el sauce ejercen una acción antiinflamatoria e inmunomoduladora. El regaliz también es inmunomodulador.
  • Ejercicio. Resultan útiles los que aumentan la conciencia corporal: yoga, relajación, reeducación postural global (RPG), taichí, danza...
  • Hidroterapia. La sauna y el baño de vapor son óptimos. Pueden aplicarse compresas de arcilla caliente o fría en función del momento de la crisis.

Tratamiento natural de la fibromialgia

La fibromialgia, cuyas causas exactas se desconocen, afecta al sistema músculo-esquelético y al sistema nervioso.

  • Descanso. Conviene dormir bien, y acostarse y levantarse temprano.
  • Ejercicio. Será progresivo y continuo, adaptado al paciente. Es más efectivo en el alivio de los síntomas que la medicación. Destaca la reeducación postural global (RPG).
  • Balneoterapia. Se empieza a 36 ºC y se llega a 39 ºC. Chorros sobre los puntos dolorosos, entre 38 y 43 ºC, de 3 a 6 minutos. Masaje-ducha combinado. Hidromasaje en bañera y aplicación de peloides o arcilla en los puntos dolorosos o por todo el cuerpo (1 hora). Lavar con baño caliente y después chorro de agua caliente o ducha filiforme.
  • Talasoterapia. Baños de mar, algas marinas, lodos. Psammoterapia (envoltura en la arena), entre 40-60 ºC.
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Cómo afrontar el dolor crónico

Tratamiento natural de la diabetes tipo 1

En la diabetes mellitus tipo 1 los glóbulos blancos atacan por error a las células beta pancreáticas productoras de insulina y las inutilizan. Por tanto debe haber siempre un control adecuado de la insulina, lo que hace que sean necesarios los fármacos. Además de estos, la naturopatía propone:

  • Ejercicio. Conviene seguir un programa diario regular que incluya un ejercicio aeróbico, como nadar, ir en bicicleta, correr o andar.
  • Alimentación. Carbohidratos complejos (legumbres), rica en fibra, baja en grasas. Alimentación mediterránea, té verde, cebollas, ajos...
  • Plantas.
    • Arándanos para problemas de la retina: de 80 a 160 mg cada 8 horas.
    • Ginkgo para la vasculopatía: de 40 a 80 mg cada 8 horas estandarizados a un 24% de glucósidos flavonoides y un 6% de lactonas terpénicas.
  • Técnicas mente-cuerpo. Usarlas para relajarse y moderar el estrés, fomentar la percepción de control personal y la responsabilidad. Pueden considerarse yoga, taichí y otros programas de acondicionamiento mental y físico.

Tratamiento natural de la enfermedad de Crohn

En la enfermedad de Crohn, el sistema inmunitario ataca las paredes intestinales.

  • Dieta adecuada. Puede ser vegetariana estricta (vegana), sin alérgenos de trigo, maíz o productos lácteos, ni carragenatos (algas), exenta asimismo de azúcar refinado.
    • Arroz: una dieta a base de arroz es la mejor alternativa a los corticoides durante la crisis aguda, pues evita mecanismos inmunes secundarios.
    • Suprimir alérgenos. Es el método básico que debe seguirse en el tratamiento. Consiste en suprimir los alimentos que producen alergia, lo que a menudo incluye el trigo y los productos lácteos. Hay que comprobar la reacción de ciertas inmunoglobulinas.
    • Fibra, sí. La dieta debe ser rica en hidratos complejos y fibra (no trigo). Esto está en contradicción con quienes preconizan una dieta sin fibra.
  • Hay que cuidar la flora intestinal con lactobacilos.
  • Plantas. Son útiles la linaza, el llantén y el regaliz.